Por: I.A. Lucía Lotero

Con esto de las interacciones diarias con los proveedores, con los compañeros de trabajo, con los jefes y hasta con nuestra familia, es muy importante tener una COMUNICACIÓN CLARA, PRECISA Y EFECTIVA.

Cuando analizamos el día a día de nuestras conversaciones, vemos que muchas veces pareciera que el mensaje no fue claro ya que nuestro interlocutor se queda como en la nube… intentando armar las partes de todo aquello que salió de nuestra boca y que no tiene un orden o una secuencia clara. Muchas veces no contextualizamos primero en la mente todo lo que tenemos pensado, queremos hablar rápido, interrumpimos al otro porque se nos va la idea y ¡debemos decirla ya!

El reto de la comunicación nos lleva a bajarle al acelere, nos lleva a ser más pausados, a organizar las ideas y buscar las palabras apropiadas para cada interlocutor. Es ahí donde está la clave:

1. ¿Qué tal si te preguntas cómo es esa persona con la que estás hablando? Por lo general,¿se expresa con frases cortas y directas? ¿Siempre usa un tono firme? ¿Pocas veces incluye “peros” en su comunicación? ¡Entonces estamos teniendo el reto de comunicarnos con alguien muy concreto! Háblale así entonces, sin rodeos, sin irte por las ramas, sin adornar mucho las frases. Más bien debemos usar frases claras y directas. Eso sí, debemos cuidar el tono pues a este personaje le gusta tomar decisiones y no le gusta sentir que le imponen nada.

La postura de tu cuerpo debe ser seria pero relajada, debes sonreír para que el interlocutor se sienta cómodo. No podemos pretender ser escuchados cuando nuestra postura y nuestro lenguaje no verbal son rígidos y solamente generan en el receptor un bloqueo y ganas de terminar rápido la visita ya que siente que tiene alguien que lo está retando.

Este por lo general es el cliente, el jefe, el papá o el marido con el que no somos capaces de abrir un canal de comunicación efectivo; es el personaje que nos da una cita pero que nos saca corriendo… y entonces, ¿qué más podemos hacer? Yo aconsejo: ¡Perseverar! ¡Insistir! ¡Y jamás desistir!. Debemos tratar que nos imite, hablar en un tono claro pero más bajo del que él o ella usan. Como dije anteriormente, sonreír un par de veces para que el ambiente sea armonioso… Eso sí, no ponerse a contar un chiste para ver si lo hacés reír… Simplemente, el receptor va a ir aprendiendo a imitarte. También es importante tener presente que NO se debe hablar de temas políticos ni religiosos que causen controversias, es mejor no entrar en el terreno de las opiniones personales, por lo menos no hasta después de un buen tiempo donde ya se sienten más cómodos ambos.

Antes de pasar a otro tipo de interlocutor; es importante tener presente que tan pronto estemos frente a la persona, bien sea en una oficina, en una finca, en nuestra casa, y notamos que está teniendo una discusión telefónica o que su expresión facial muestra que está teniendo un mal día, es mejor validar con él – ella  si es un momento oportuno para atender la visita y conversar acerca de nuestro interés u objetivo.  Tal vez pensarás “uy no, ¡pero cómo! ¡si preparé tanto lo que le quiero decir!; mi querido lector, te digo que es mejor mil veces que te sugieran aplazar la reunión, a tener una mala interacción desde el inicio y que te quedes en la mente de tu interlocutor como aquel con el que tuvo que aguantarse una visita cuando no quería ni hablar. Y de seguro va a pasar largo tiempo antes que quiera volver a recibirte.

2. Otra clave a tener en cuenta: cuando nos encontramos con un interlocutor altamente sociable, diríamos que es el más sociable!! Es una persona súper habladora y por lo general muy positiva, le gusta escuchar, y acoge de buena manera las propuestas que le hagas, pero tiene un tema crítico, y es que con facilidad se desvía del tema objetivo. Así que hay que estar muy atento y seguirle el cuento pero siempre buscando reconducir la conversación muy sutilmente hacia el objetivo. Para lograrlo es recomendable mantener el interés en cada cosa que dice sin perder la iniciativa y hacer preguntas que lo lleven a contestar acerca del tema de tu interés.  Esta persona te va a considerar como alguien súper agradable para conversar, alguien con quien se puede llegar a acuerdos y que siempre muestra muy buena disposición.

3. Otro de los personajes que nos encontramos es aquel que todo lo sabe, mejor dicho, ¡“El sabelotodo”! La conversación con este personaje se tornará en un monologo que definitivamente tenemos que escuchar. En ningún momento debemos intentar hacerlo reflexionar sobre un punto de vista contrario,  esto solo lograría una discusión de nunca terminar.  A este cliente, a este jefe o a este amigo, le encanta transmitir conocimiento, así que a preguntarle mucho, a mostrarle interés por aprenderle, y al mismo tiempo con frases muy acertadas, de hecho dichas por él, pero modificadas por ti y con tus propias palabras. Le debes exponer el acuerdo al que se puede llegar y ¿quieres que te diga cuál será la conclusión de todo esto? ¡Maravillosa! Sentirá que la solución ha salido de él mismo.   ¡Bravo!

4. También en ocasiones nos enfrentamos al maleducado: al papá furioso, al hermano alzado, al esposo o esposa tiranos. En este momento, el más colérico, el menos autocontrolado, lanzará quejas y reclamos en un tono más bien desagradable… pues bien, dejemos que se desahogue, para luego mostrar de una forma calmada y pausada que las personas amables son capaces de manejar esas situaciones sin inmiscuirse, son capaces de escuchar y atender el reclamo de una manera más asertiva. Estas personas, cuando se encuentran alguien que los puede manejar de esta forma, terminan por aceptar su mal carácter, su mal comportamiento y, por lo general, piden una disculpa.

El tema de comunicarnos es todo un reto. Saber escuchar es una virtud y realmente lo podemos volver un hábito saludable en nuestra cotidianidad, es decir, puede aprenderse. Es tan simple como imaginar que estás en un salón de la U. cuando tenías al frente al profesor de aquella clase que te fascinaba… yo recuerdo al profesor de historia del colegio, me encantaba escucharlo, me transportaba a épocas mágicas, misteriosas, o de guerra, pero lo que ahora veo es que detrás de un buen orador hay un receptor que puede escuchar no para debatir si no para entender y acomodar las ideas que lo lleven a presentar una propuesta ganadora y así lograr un acuerdo.