Por: Alfonso Martínez Sánchez-Sicilia
Presidente Ejecutivo
Centro de estudios de bioseguridad
Ya somos más conscientes la importancia de la desinfección del agua que llega del exterior a la entrada de nuestros lotes; pero, ¿estamos tan sensibilizados con los depósitos que contienen dicha agua y las tuberías que la conducen hasta nuestros campos?
Las conducciones, incluso los propios depósitos, son un medio al que raras veces se le presta atención. Nos llevaríamos una gran sorpresa si introdujéramos por ellas una cámara endoscópica, como se hace frecuentemente en las industrias alimentarias.
En ocasiones se pueden encontrar disminuciones en nuestras tuberías por la presencia de sedimentos debidas a las sales, desde simples acúmulos de materia orgánica, hasta esa sustancia mucosa y gelatinosa que a veces llega incluso a obstruir totalmente nuestras instalaciones de fertirriego.
Es ese moco gelatinoso el que induce, muchas veces, a la formación del propio biofilm, que le sirve de base; aunque conviene distinguir entre ellos, pues, aunque a veces se llame biofilm a todo, no son lo mismo.
La lama/biofilm es una capa de varias micras formada por materia orgánica (suciedad, grasas, etc.) e inorgánica (calcio, hierro, magnesio, etc.) que reduce la superficie de depósitos y tuberías. Bajo esta capa se protege y nutre la población bacteriana que causa recontaminaciones en el agua, afectando al suelo y/o sustrato. Se construye en su entorno todo un entramado que las envuelve y protege del ataque de los desinfectantes.
Es conveniente saber que el biofilm puede formarse en prácticamente cualquier superficie por limpia que parezca. Por ejemplo, en sanidad su eliminación es de vital importancia, pues es responsable de no pocas infecciones que se dan en los hospitales. Los gérmenes encuentran protección y alimento y suponen un riesgo para nuestra salud.
La formación del biofilm se favorece por las incrustaciones debidas a las sales y cales presentes en las aguas duras y que le sirven de asiento, así como por la presencia de materia orgánica, por la temperatura etc., lo que induce a una gran proliferación de todo tipo de microorganismos. Estos microorganismos nos obstruyen las tuberías u hacen que se reduzca su caudal; anegan goteros; provocan corrosiones en nuestro sistema de fertirriego y en él les damos protección y soporte nutricional, deteriorando la calidad de nuestras aguas (población microbiana). Los microorganismos proliferan, se desprenden y siguen nuevas colonizaciones de gérmenes.
También se ve favorecida su formación, y la del propio moco, por los restos precipitados de los tratamientos con fertilizantes y algunos de sus excipientes; el uso de algunos ácidos orgánicos que aceleran su formación y pueden desarrollar algunos tipos de algas, hongos, levaduras y bacterias; el modo de aplicar productos disueltos en el agua; el nivel de solubilidad de los productos en el agua; el pH alcalino – menor solubilidad del medio-; la alta temperatura del agua; la velocidad del agua – a menor flujo más cantidad de depósitos- y el agua con mucha presencia de materia orgánica o muy contaminada. Con todo esto, es fácil imaginar cómo el interior de las tuberías de nuestras explotaciones es un ambiente más que propicio para su proliferación.
A lo largo de los años esta situación se ha ido mejorando mediante el empleo de filtros cada vez más efectivos; emisores con mayor tamaño de paso y sistemas de autolimpieza; y tratamientos del agua de riego para evitar los motivos de las obstrucciones.
Las obstrucciones que se producen en los goteros se clasifican en función de su origen:
- Físicas (partículas o sólidos en suspensión).
- Químicas (precipitaciones de elementos químicos).
- Biológicas (algas y bacterias).
Al margen del tipo de taponamiento de las tuberías y goteros, que puede llegar a dejar sin agua a nuestras plantas, todos estos acúmulos en las tuberías y depósitos comportan otros riesgos de tipo microbiológico e, incluso, de seguridad alimentaria.
Son dos las causas las que, principalmente, inducen riesgos microbiológicos. La primera es que, siendo materia orgánica, los desinfectantes se inactivan antes de lograr su cometido en el interior de nuestras tuberías. Esa es la causa de que no nos llegue producto activo al final y no encontremos residual del mismo, lo que genera que el agua siga contaminada. La presencia de este biofilm y moco contribuye a su inactivación.
Esto es porque el desinfectante se va consumiendo al entrar en contacto con toda esta materia. Se podría decir que se va gastando, lo que implica que no se asegura una adecuada desinfección del agua requerida y la eliminación de los potenciales patógenos que pueda contener.
La segunda causa, y otro factor de riesgo a tener presente, es que este biofilm puede llegar a desprenderse de la tubería y ser transportado con el agua, bien a otro punto de la tubería, donde generará una nueva colonia, o a los goteros. No hay que olvidar que en el interior de su matriz alberga infinidad de microorganismos de todo tipo: virus, bacterias, hongos, etc. El biofilm forma una capa química compuesta por mucopolisacáridos que, por diferentes cargas electrostáticas, dificultan la dispersión de los distintos tratamientos y, por ende, de los desinfectantes.
El otro riesgo, el de la seguridad alimentaria, es un factor que hay que tener muy en cuenta a la hora de llevar a cabo el mantenimiento de las aguas empleadas en la poscosecha y sus líneas de abastecimiento.
Si se quiere saber el estado general de las conducciones, aconsejamos que se utilicen detectores de residual del desinfectante que se esté empleando para el agua. La utilización de tiras reactivas puede resultar útil para esto. Si observáramos un descenso de la presencia de residual al final de la línea, podemos pensar que se está inactivando en el interior de la tubería y esta es una posible razón para ello.
Igualmente, la realización de análisis periódicos de agua es una medida más que recomendable para monitorizar su estado y salubridad, tomando las muestras en diferentes puntos de la explotación; más cerca y más alejados del punto de tratamiento.
Por todo lo expuesto, las tuberías y depósitos deben considerarse, junto con la calidad de las aguas de riego a emplear, como una parte esencial de nuestra explotación. Para ello aconsejamos emplear productos que no solo tengan un efecto desinfectante sino que sean, además, capaces de tener capacidad de efervescencia y de disolución de esa materia así como de eliminar los depósitos de sales que sirven de asiento al biofilm.
No confiemos esa función solo a un desinfectante, pues esta sustancia mucosa es capaz de inactivarlos y resistir su acción.
Lo óptimo sería, si ello fuera posible, establecer un sistema de recirculación cerrando el circuito. Con ello conseguiríamos que la acción mecánica que se genera por la recirculación actúe en el interior de la tubería. Este sistema es el empleado habitualmente en las industrias alimentarias o en los circuitos de las máquinas de ordeño. Al no ser habitual en el sector agro, debemos recurrir al aumento de la concentración del producto y del tiempo de contacto con el interior de la tubería.
Prevención y tratamiento
Para una correcta elección del tipo de productos a emplear, lo primero será precisar el tipo de restos que se pretende eliminar. Si fuera materia orgánica, como lo es esa sustancia gelatinosa, lo ideal es emplear productos capaces de disolver la materia orgánica sin dañar las superficies sobre las que se ponen en contacto. Si lo que tenemos en el interior son depósitos de sales, también en este caso, debemos tener en cuenta el tipo de material de nuestro sistema de fertirriego.
La elección del tipo de producto es de vital importancia. Debe prevenir nuevas incrustaciones de sales, atacando la raíz del biofilm presente y, a su vez, desinfectando. Ambas funciones las podremos obtener de mezclas peroxiacéticas estabilizadas y adecuadas para tales funciones.
El principio activo mas utilizado en la desinfección es el cloro aunque, incluso a dosis altas, es una opción poco eficaz frente a algunos elementos; sin olvidar que, además, puede dañar nuestras instalaciones de fertirriego y afectar a nuestro cultivo.
Nuestra recomendación es, sin duda, utilizar peróxido de hidrógeno “estabilizado”. Es más eficaz y no daña la instalación. Por su gran poder oxidante, es muy reactivo frente a la materia orgánica y, por tanto, un biocida de amplio espectro frente a microorganismos patógenos (bactericida, fungicida, esporicida y viricida). Su poder efervescente ataca la raíz del biofilm. Es de vital importancia la utilización de unos peróxidos adecuadamente estabilizados (nunca con nitratos/sales de plata) para ayudar en su rápida acción.
- Optimiza el efecto efervescente y arrastrante (levanta biofilm y materia orgánica).
- Desinfecta las tuberías y goteros (evitando contaminaciones a suelo). Sin residuos.
- En aplicaciones en continuo, evita recontaminaciones y su formación (siempre limpio y desinfectado).
- Retrasa su formación y las incrustaciones en mangueras y goteros
- Puede medirse la presencia y efectividad del producto en las instalaciones y en el agua.
- Mejora la vida útil del sistema de riego.
- Autorizado para aplicaciones en agricultura orgánica / ecológica.
El mantenimiento rutinario es la mejor medida para mantener nuestro sistema de fertirriego en óptimas condiciones.
Esto mismo ocurre con los depósitos del agua de riego y con los depósitos para aplicaciones de todo tipo, como las aguas a emplear en los tratamientos foliares, en los que siempre quedan restos de precipitados al permanecer remanentes de agua en ellos. Es muy importante eliminar dichos residuos orgánicos por completo.
Hay que tener presente que la bioseguridad es el conjunto de prácticas de manejo que, cuando son seguidas correctamente, reducen el potencial para la introducción y transmisión de microorganismos patógenos a cualquier tipo de instalación o dentro de las mismas (campo, invernaderos, semilleros, bodegas de empacado, centrales hortofrutícolas). Tengamos presente que no solo debemos evitar la entrada de patógenos desde el exterior, sino que debemos evitar que estos se extiendan por nuestra finca, así como controlar las contaminaciones cruzadas dentro de ella.
Conclusiones y recomendaciones
La estrategia innovadora para la prevención de obstrucciones se basa, sencillamente, en implementar un tratamiento en continuo del agua y del sistema de riego. Y para ello nada mejor que un peróxido de hidrógeno adecuadamente estabilizado, pero “no industrial”.
A la hora de decidir el protocolo a seguir y los productos de elección, hemos de recopilar información para poder definir la estrategia más acorde a nuestras necesidades productivas. Para esto debemos:
- Conocer perfectamente nuestro sistema de riego: embalse de regulación, cabezal de riego, red de riego, goteros y elementos de control.
- Analizar la calidad del agua bruta.
- Elegir productos autorizados para su uso.
- Elegir productos que no dejen residuos.
- Elegir productos amables con el medio ambiente; no debemos olvidar nunca el aspecto ambiental en la toma de decisiones.
- Elegir productos que aporten ventajas productivas como, por ejemplo, aporte de oxígeno (H2O2 estabilizado y apto para la agricultura).
Bibliografía
- Limpieza y mantenimiento de las instalaciones de riego por goteo. José Reche Mármol. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 1993.
- Manejo y mantenimiento de instalaciones de riego localizado. Virgilio Plana Arnaldos. Consejería de Agricultura y Agua Región de Murcia. 2008.
- AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición): Biofilm.