Por: Camilo W. Echeverri Erk, I.A.

En pleno proceso de negociación con las guerrillas, además de los acuerdos a los que se pueda llegar, el tema de cómo implementar lo acordado comienza a ser motivo de preocupación, no sólo por el gran esfuerzo económico que se requerirá sino por la necesidad de ajustar las instituciones, sus planes y programas al nuevo escenario que se pretende para el campo colombiano. Su situación actual se refleja en algunos resultados del Censo Nacional Agropecuario 2015 (CNA)¹, el cual arrojó, entre otras, las siguientes conclusiones:

  • Del total de área para uso agropecuario el 80,5 % corresponde a pastos y el 19,1 % a uso agrícola.
    El 74,8 % está dedicado a cultivos permanentes y el 19 % a cultivos transitorios.
    La participación de cultivos permanentes se incrementó del 43,7 % en el CNA de 1960 al 74,8 % en el CNA de 2015.
  • Casi el 70 % de las UPA (unidades de producción agropecuaria) tiene menos de 5 hectáreas y ocupa menos del 5 % del área censada.
  • El 0,4 % de las UPA censadas tiene más de 500 hectáreas y ocupa el 41,1 % del área censada.
  • En los últimos 55 años se incrementó la proporción de las UPA de menos de 5 hectáreas.
  • El CNA 2015 mostró un incremento de la participación de UPA de más de 1.000 hectáreas con respecto a los censos anteriores.
  • En el 2013 tan solo el 9,6 % de las UPA censadas contó con asistencia técnica.
  • La asistencia técnica agropecuaria se concentró en productores con UPA menores de 5 hectáreas.
  • El 49,3 % de las UPA de menos de 5 hectáreas en el sector agrícola destinaron el 60 % de su producción al autoconsumo.

Las cifras anteriores nos muestran que son los pequeños productores los que requieren de una mayor atención por parte del Estado con el fin de garantizar la sostenibilidad del proceso de paz en la etapa del “post-conflicto”.
El acceso a la tierra y su uso adecuado no son suficientes para asegurar el desarrollo de las comunidades rurales. Se requieren acciones para dar respuesta a las grandes necesidades de dichas comunidades en cuanto a  infraestructura vial, eléctrica y de riego, vivienda, salud, educación, alimentación, crédito y asistencia técnica, entre otros, para garantizar su bienestar.

Para contribuir al éxito de los pequeños productores es indispensable fortalecer la asociación entre éstos, con el fin de facilitar una comercialización más eficiente y justa de sus productos, aprovechar las economías de escala y acceder al crédito para mejorar su infraestructura de post-cosecha y para el desarrollo de procesos de industrialización y agregación de valor. La asistencia técnica agrícola y la capacitación a los agricultores juega un papel fundamental en la estrategia de volverlos competitivos y prósperos.

El pequeño productor agrícola debe entender que la manera de aumentar sus márgenes de rentabilidad, además de requerir una mejor comercialización de sus productos, exige un aumento en su productividad, lo cual se traduce en un menor costo unitario de producción. No es solo a través de la reducción de costos en insumos y mano de obra que se mejoran los ingresos del productor;  a veces ocurre todo lo contario.

El aumento de la productividad  para obtener una mayor rentabilidad exige una buena elección de las variedades a sembrar, la adecuada preparación de suelos, el suministro suficiente de agua y nutrientes para suplir las necesidades del cultivo, unas prácticas culturales que promuevan el crecimiento vigoroso de las plantas, programas de prevención y control efectivos de plagas y enfermedades que cumplan con las exigencias que imponen la conservación del medio ambiente y la salud de los consumidores, y, finalmente, un buen manejo de la cosecha, la post-cosecha y el transporte de los productos.  En resumen, se requiere la implementación del concepto de la agricultura de precisión, fundamentada en las buenas prácticas agrícolas.

Estos conceptos “modernos” comenzaron a ser aplicados por el sector floricultor colombiano hace más de tres décadas y los aprendimos e incorporamos a nuestra forma de pensar y actuar como profesionales todos los ingenieros agrónomos  que trabajamos o hemos trabajado en el sector floricultor. Esto ha contribuido a que la actividad haya logrado mantenerse en las épocas de crisis y crecer en los momentos de condiciones más favorables.
Los productores de frutas y hortalizas en Colombia, con excepción tal vez de los que se encuentran en la actividad exportadora de banano, piña y otras frutas y hortalizas de menores volúmenes, tienen, a mi parecer, mucho que aprender de los floricultores. Esta es una oportunidad para los profesionales que somos producto de la escuela de las flores de seguir aportando nuestro esfuerzo para el crecimiento de un país en paz.


¹ MINAGRICULTURA, DANE: Censo Nacional Agropecuario 2015