Por: I.A. Camilo Echeverri Erk
Consultor independiente
Cali, Valle del Cauca

En su edición anterior esta revista anunció su interés en explorar nuevos temas, diferentes a los relacionados con la floricultura, así como lo ha venido haciendo con el cannabis para uso medicinal. Al igual que este, los arándanos (blueberries en inglés) se han venido perfilando como otro rubro de exportación de Colombia con enorme potencial.

En forma muy acertada, algunos floricultores han decidido incursionar en este nuevo campo, al igual que ya lo están haciendo otros con el cannabis. Lo hacen aprovechando su gran ventaja de haber desarrollado paquetes tecnológicos muy avanzados para distintas especies de ornamentales, además de haber construido una gran capacidad logística y de comercialización en importantes mercados internacionales. 

Así como otros nuevos productos agrícolas de exportación a los Estados Unidos como el aguacate y la uchuva, la iniciativa de exportar arándanos también nació gracias al Centro de Excelencia Fitosanitaria (CEF). El CEF se originó en los primeros años de la década anterior a partir de la visión y gracias al liderazgo del doctor John L. Shaw, al llegar a Colombia como representante del Servicio de Sanidad Agropecuaria (APHIS, por su sigla en inglés), la entidad equivalente y a su vez contraparte del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). El doctor Shaw, de formación médico veterinario, logró unir las capacidades de estas instituciones y, con recursos de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID, por su sigla en inglés) y la administración de dichos recursos en el marco de un convenio gestionado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), puso en funcionamiento el CEF como vehículo para acelerar la admisibilidad en los Estados Unidos de productos agrícolas procedentes de Colombia. La idea tuvo buena acogida por parte del gobierno norteamericano por el potencial que tienen algunos de los productos propuestos por el CEF como alternativa interesante para la sustitución de cultivos ilícitos.

El proceso de admisibilidad es muy complejo y demorado, dado que los países importadores se aseguran primero de evitar el ingreso de plagas y enfermedades no existentes o no reportadas en su territorio que puedan afectar negativamente su propia producción agrícola. Para tal efecto, es potestad del país importador realizar los estudios de análisis de riesgo de plagas (ARP) con el fin de determinar aquellas que pudieran ingresar al país en los productos importados. Una vez establecido dicho riesgo potencial se estudian las posibles opciones de mitigación, proponiendo medidas fitosanitarias para reducirlo al máximo posible. Dichas medidas van desde una simple certificación fitosanitaria expedida por la autoridad del país exportador, en este caso el ICA, hasta un tratamiento cuarentenario de los productos (irradiación, tratamiento con frío o calor), o el establecimiento de áreas libres o de baja prevalencia de las plagas en cuestión. Finalmente, y dependiendo del riesgo de introducción, se pueden establecer una o varias de estas medidas.

Dada la cantidad de solicitudes de acceso al mercado que reciben los Estados Unidos procedentes de todas partes del mundo, el proceso de admisibilidad puede tomar años o inclusive décadas. La apertura total del mercado para los aguacates Hass procedentes de Méjico, por ejemplo, tomó más de treinta años. En Colombia, en cambio, y gracias a la gestión del CEF, el acceso para este tipo de aguacate se obtuvo en menos de diez. Esto se logró formando profesionales colombianos, ingenieros agrónomos y biólogos (hombres y mujeres), que fueron entrenados por el APHIS para elaborar estudios de análisis de riesgo preliminares, los cuales fueron revisados, complementados y posteriormente aprobados por dicha entidad. Lo mismo ocurrió con otros productos como uchuvas, papayas, arándanos y, más recientemente, pimentones. En mi paso por el APHIS tuve la fortuna de ser el codirector de este selecto grupo de profesionales y trabajar con varios colegas del ICA y funcionarios del IICA para el logro de los objetivos propuestos. Fui testigo de lo difícil que fue pare el doctor Shaw convencer a sus superiores en los Estados Unidos de las ventajas de echar a andar una iniciativa como ésta por fuera de las fronteras de su país. También lideró una intensa campaña de promoción de la exportación de productos de Colombia ante el gobierno y empresarios del sector agrícola colombiano. Posteriormente, en el año 2008, el CEF se incorporó al ICA, como estaba previsto, y varios de sus integrantes pasaron a formar parte de dicha institución. Gracias a esto el país fortaleció sus capacidades para abrir nuevos mercados. La gestión adelantada por el IICA también es de destacar, demostrando las bondades que tiene la cooperación internacional cuando se usa para fines loables.

El CEF es un buen ejemplo de cómo, con visión, liderazgo y trabajo en equipo entre instituciones, se pueden franquear las barreras para el logro de objetivos comunes. No se puede dejar de lado la importancia estratégica de vincular al sector privado para poner a rodar este tipo de proyectos. Sin el concurso de los empresarios del campo, las iniciativas de este tipo se quedan en meras ideas, un saludo a la bandera. Por esto celebro que productores y exportadores, entre ellos algunos floricultores, hayan asumido el reto de hacer realidad la exportación de productos como los arándanos, cuyo mercado mundial ascendió a más de 8.100 millones de dólares en 2020 y del cual Estados Unidos compra alrededor del 25 % (Fresh Plaza, marzo 31 de 2021).