Por: Angélica María Pardo López
Muy gratamente recibí la noticia de que, por fin, el gobierno nacional parece haberse interesado por el problema de la disposición de los residuos plásticos en el país. No es para menos, pues como ya lo hemos comentado en otros apuntes filosóficos, el consumo de plástico tiene importantes consecuencias negativas en nuestro medio ambiente.
Un punto clave en este asunto son las bolsas plásticas. Las bolsas plásticas son el elemento de mayor consumo en todo el mundo, son difíciles de reciclar y son la fuente de múltiples problemas. Algunos de ellos son el taponamiento del alcantarillado y el consecuente aumento del riesgo de inundaciones en tiempos de lluvias, la contaminación de las fuentes hídricas, la sobrecarga de los rellenos sanitarios, la contaminación del suelo y la amenaza a los animales.
Hacia 1970 empezaron a utilizarse las bolsas plásticas en los supermercados. Desde entonces la bolsa plástica ha proliferado sin control, habiendo llegado hoy la cifra a más de un trillón de bolsas plásticas desechadas al año. Por una parte, el vendedor las entrega sin un aparente cargo adicional, y por otro, el consumidor las considera un elemento sin ningún valor, por lo que las desecha al primer uso y después las exige de nuevo. El sinsentido de utilizar por minutos un material que puede durar siglos se ha repetido incansablemente.
Lamentable es decir que Colombia llega tarde a la tendencia mundial de regulación de la bolsa plástica. Pero más vale tarde que nunca. Otros países de los cuales uno diría que son mucho menos desarrollados que Colombia llevan ya años de prohibición o, cuando menos, de regulación del uso de bolsas plásticas. Así lo han hecho Bangladesh, Uganda, Etiopia, Somalia y Ruanda, por mencionar solo algunos. En la China, la prohibición de utilizar las bolsas plásticas de densidad igual o menor a 0.25 milímetros ha significado una reducción anual de cuarenta mil millones de bolsas plásticas. Por su parte, Irlanda ha reducido en un 94% la cantidad de bolsas plásticas gracias a que el vendedor está obligado a cobrar unos cuantos peniques por ellas.
La Resolución 668 de 2016 fue la norma que reguló en Colombia lo atinente a las bolsas plásticas. Lejos de lo que creía por las informaciones de la prensa nacional, la medida es más conservadora de lo que parecía. Se trata de un plan a mediano plazo de reducción en la utilización de la bolsa plástica, para lo cual la norma da a los vendedores dos alternativas. La primera de ellas es reducir la entrega de bolsas plásticas en un 10% al 31 de diciembre de 2017 y en un 60% al 2021, teniendo como año de referencia el 2016. Para esto deberán desarrollar un Programa de Uso Racional de Bolsas Plásticas y dar cuenta de él anualmente. La segunda alternativa que se da a los vendedores es cobrar la bolsa plástica mínimo a los precios del mercado y hacer este cobro explícito a los consumidores. Los vendedores que opten por esta segunda estrategia se podrán evitar las molestias de fabricar, desarrollar y dar cuenta de un “programa de uso racional”.
Previsiblemente, los vendedores preferirán optar por la segunda opción, lo cual reducirá rápidamente el consumo de bolsas plásticas. Experiencias en otros países han demostrado que los compradores no están dispuestos a pagar por ellas, razón por la cual la reacción generalizada ante su cobro es llevar al supermercado una bolsa de tela o incluso cargar en las manos las mercancías. En consecuencia, podemos decir que la medida es inteligente, aunque mejor sería que el cobro fuera la única alternativa.
Adicionalmente, la norma prohíbe a los vendedores entregar bolsas plásticas cuyas dimensiones sean inferiores a 30 x 30 centímetros, es decir, aquellas con las que normalmente se cargan uno o dos artículos y aquellas inútiles y minúsculas que entregan en las farmacias. Además, las bolsas que continúen entregando deben ser lo suficientemente gruesas como para aguantar cierto peso sin que sea necesario utilizar doble empaque; deben también traer escritos mensajes ecológicos e informar sobre el peso que pueden cargar.
Desde mi punto de vista, la norma tiene algunas falencias. Una es que la prohibición de bolsas plásticas pequeñas puede fácilmente desembocar en la utilización de bolsas grandes para cargar artículos pequeños. La otra es que los vendedores que elijan la primera de las alternativas explicadas no hagan en realidad nada y que reporten una disminución ficticia en la entrega de bolsas, lo cual no sería muy inteligente, dado que el gobierno los faculta para cobrarlas, pero creo que puede pasar si están temerosos de la reacción del consumidor.
Esperamos que esta medida arroje los resultados previstos y que en el futuro próximo no continuemos hablando de un problema que debía haber sido resuelto hace tiempo. Es urgente que las alcantarillas tapadas, las tortugas estranguladas, las partículas de plástico dentro de las cadenas alimenticias, los rellenos sanitarios desbordados y, en general, toda la contaminación producida por el plástico, pasen a la historia.