Por: Angélica María Pardo L.

 

El pasado mes de Noviembre se llevó a cabo en la ciudad alemana de Bonn la conferencia número 23 sobre el cambio climático que anualmente y desde 1995 celebran las Naciones Unidas. El objetivo general de esos encuentros es impedir que las intervenciones humanas arruinen el clima del planeta.

Hace dos años se celebró en París el COP21 -conference of the parties n. 21-. Ese encuentro generó entusiasmo porque la mayoría de los estados se comprometieron a prevenir un aumento de la temperatura global más allá de 2C en relación con las épocas preindustriales. Este es el tan famoso Acuerdo de Paris, en donde el mundo reconoció y se comprometió a atacar (por fin) el problema del calentamiento global, que es inminente y cuya causa principal es la emisión de gases de efecto invernadero.

Dicho Acuerdo, sin embargo, no prevé en qué forma se podrá evitar que la Tierra se caliente de forma peligrosa. Así que este año en Bonn, la idea era producir un sistema de reglas que permitieran medir, comparar y verificar los avances de cada parte con respecto al Acuerdo de Paris. Ese cuerpo de normas sería aprobado el próximo año, en el COP24 que tendrá lugar en Katowice, Polonia.

En lo que parece más una premeditada y maliciosa operación tortuga y como si el tema de la catástrofe climática no fuera urgente y no estuviera suficientemente estudiado por académicos y científicos, los líderes mundiales se dan el lujo de hacer tan solo un modesto avance cada año.

Desastres naturales cada vez más frecuentes y de todo tipo son previsibles dada la fiebre crónica a la que hemos sometido al planeta. Además de la crisis ambiental, se avizoran problemas de caracter netamente político, como por ejemplo, la aparición de conflictos relacionados con la disminución de la tierra cultivable debido a fenómenos como la sequía y las inundaciones, cada vez más exacerbados. Se espera así mismo hambre y enfermedad. Hambre porque la extensión de los cultivos de los cereales de los cuales depende la humanidad (arroz y trigo) y la temperatura están inversamente relacionados. En efecto, estudios indican que por cada grado centígrado adicional el área total cultivada tendería a disminuir en porcentajes que van desde el 6% al 10%.  Por último, se espera enfermedad por el mayor rango de acción que tendrán muchas de las especies de mosquitos que hasta el momento han permanecido en las zonas tropicales.

El insoportable panorama de esta carrera en contra del tiempo se agrava aún más con las recientes observaciones de los científicos. Ellos afirman, por un lado, que las metas del Acuerdo de Paris son insuficientes para evitar el cataclismo y por otro, que no basta con reducir las emisiones, sino que además es necesario deshacerse de las que ya han sido liberadas a la atmósfera, en lo cual parece que no muchos han pensado.

Mientras tanto, los gobiernos y quienes tienen poder de decisión parecen empeñados en demostrar su incompetencia. Nosotros como votantes debemos exigir a los gobiernos que se encarguen de este apremiante tema que nos incumbe a todos. No es hora ya de debatir, es hora de promover nuevas fuentes de energía y ofrecer nuevas alternativas de transporte; es hora de prohibir y de responsabilizar. Es hora de actuar.