Por: I.A. Guillermo Cruz
Especialista en patología vegetal

El efecto medioambiental ocasionado por los cambios climáticos en la naturaleza es la causa común para que se generen procesos bioquímicos en las plantas y en los microorganismos y agentes biológicos que se encuentran en el suelo, el aire y el agua, ligados todos por sus medios de supervivencia y reproducción.

El hecho de que su naturaleza biológica sea similar, así como los medios en los que se reproducen y sobreviven, facilita la interacción de las reacciones bioquímicas que se generan en cada uno de los habitantes naturales del medio ambiente, en sus procesos de crecimiento, vegetativo, reproductivo o de supervivencia.

Estas reacciones bioquímicas generan los diferentes estados de germinación, crecimiento, alimentación, reproducción y diseminación, que normalmente tienen los agentes patógenos en todas sus fases de crecimiento fisiológico; pero muy especialmente, interactúan internamente con una serie de procesos químicos producidos por procesos biológicos generados en la producción de energía y liberación de electrones libres en las superficies que frecuentan todos los microorganismos y agentes biológicos.

Estos procesos químicos se combinan con los procesos biológicos debido a su origen natural común y es así como les proporcionan a los patógenos la posibilidad de emitir y recibir señales de ubicuidad, que facilitan moverse sensorialmente. También generan señales de atracción que corresponden a su estado de desarrollo fisiológico ya que, si se encuentra en fases de germinación o crecimiento, interactúan directamente en todos los procesos de crecimiento y producción de energía. Si se encuentra en fase reproductiva, interviene en la emisión y recepción de señales sexuales y en la capacidad de reproducción, mientras estas mismas se cambian bioquímicamente. Cuando el patógeno detecta las señales propias que produce la planta -como es el caso de la producción de proteínas mediante procesos biológicos de quelatación natural en la raíces- que atraen sensorialmente a los hongos presentes en el suelo y el subsuelo, hace uso de su poder de ubicuidad, localizando la planta e interactuando con ella mediante estas señales que ella misma genera y ocasionando, al mismo tiempo, en el hongo, la emisión de diferentes toxinas a través de las cuales da inicio a un proceso infectivo no reversible en los tejidos vegetales de la planta. Este proceso le permite al patógeno desarrollar todas sus fases de crecimiento vegetativo, reproductivo y regenerativo dado su alto sentido de supervivencia a expensas de la planta, ocasionando así el desarrollo de la enfermedad.

Todas estas diferentes fases de crecimiento de los patógenos generan, indistintamente y en diferentes proporciones, estados en el tiempo, generando lo que conocemos como Dinámica Poblacional, en este caso patogénica, que está ligada a los procesos endémicos de las enfermedades, así como a los grados de infestación e infección y su dificultad en el control.

Es así como la Dinámica Poblacional Patogénica puede en algún momento ser el factor más limitante en el control de las enfermedades, ya que puede determinar el grado de afección a la curva poblacional, ya sea de valles o crestas, que estén determinando en el momento de algún tratamiento fúngico la presencia de la enfermedad.

Quiere decir esto que la asertividad en la selección del tratamiento, sea químico, biológico u orgánico, debe ser congruente con la curva de la dinámica poblacional de la enfermedad, y mientras la misma esté más cerca del nivel cero (0), más fácil será la posibilidad de control de la enfermedad. Mientras más altas sean las crestas o más pronunciados sean los valles, situación que generan los diferentes estados de desarrollo del hongo, más difícil será su control, debido a la presencia de diferentes estados de desarrollo del patógeno en el momento de hacer el tratamiento.

Teniendo en cuenta estas consideraciones expuestas, se pueden hacer más eficientes los tratamientos a las enfermedades, ya sean de orden químico, biológico u orgánico.

Estableciendo una matriz compuesta por las condiciones medioambientales del momento, el desarrollo fisiológico y grado de sanidad o afección de la planta y la curva de la dinámica poblacional del patógeno -determinada por el estado desarrollo de las diferentes fases de desarrollo fisiológico del patógeno- se puede tomar una decisión acertada en términos de control al momento de definir el tipo y clase de alternativa ya sea química, biológica u orgánica, que facilite la actividad y eficacia en el control de la enfermedad que se esté manejando.