Por: La Subdirectora

A pesar de existir hace varias décadas, es posible que algunos de los miembros de nuestro gremio floricultor aún no conozcan en qué consiste la certificación internacional Fair Trade.

Fair Trade -Comercio Justo en español- es una certificación que se asigna a bienes cuyo proceso productivo ha cumplido con ciertos estándares laborales, ambientales y de desarrollo. La idea que subyace en la certificación Fair Trade es que los consumidores no solo tienen poder de decidir qué es lo que el ofertante produce, sino que también deben tener poder en cómo se produce.

Los commodities son los bienes para los que inicialmente se pensó esta certificación. El café, el té, los bananos, el algodón, el azúcar y el cacao son algunos de ellos. El propósito primordial es  proteger a los productores de las fluctuaciones del mercado a través del establecimiento de unos precios mínimos fijos. Naturalmente, la certificación Fair Trade implica que los compradores pagan más por los productos que tienen esta marca, pues de este modo se aseguran de que las prácticas justas que  hay detrás de sus compras no riñen con su visión de cómo deben ser las relaciones y los procesos comerciales.

La certificación Fair Trade cubre flores cortadas a partir del año 2001. Desde entonces,  alrededor de 55 productores de flores en el mundo se han acogido a los estándares y logrado que sus flores cuenten con la prestigiosa marca. La mayoría de ellos tienen sus operaciones en África -especialmente en Kenya-, sin embargo, también hay algunas empresas en Latinoamérica, como por ejemplo, en Ecuador y Costa Rica. Entre 2013 y 2014 el número de tallos vendidos bajo la certificación Fair Trade procedentes de Kenya y Ecuador fueron 350 y 21 millones respectivamente.

Los estándares necesarios para lograr este reconocimiento son numerosos. Dentro de ellos están:

  • Salarios dignos para los trabajadores y cumplimiento de toda la normatividad legal local referente a la contratación.
  • Que las condiciones de los trabajadores sean seguras. Esto implica, por ejemplo, la entrega de dotaciones adecuadas y periódicas.
  • Especial atención al empoderamiento de las mujeres trabajadoras por medio de formación, capacitaciones, orientaciones, incentivos y asistencia.
  • Ausencia de prácticas discriminatorias por motivos de raza, sexo, procedencia, cultos, o cualquier otra razón.
  • Tolerancia cero al acoso sexual.
  • Inexistencia de trabajo infantil.
  • Prácticas respetuosas del medio ambiente.
  • Manejo eficiente de los recursos hídricos.
  • Consultar expertos en el manejo integrado de plagas.
  • Tenencia legal de la tierra.
  • Prácticas tendientes a que las plagas no se vuelvan resistentes.
  • Prácticas tendientes a la evitación o remediación de la erosión del suelo.

Verdaderamente, el que la producción respete los anteriores parámetros genera un importante valor agregado por el que los consumidores están dispuestos a pagar. En medio de un orden social y económico globalizado donde la producción y el consumo suceden en esquinas opuestas del mundo y en el que el ciudadano corriente parece tener poca importancia, métodos como Fair Trade propenden por un cambio en el que el consumidor se empodera y, en últimas, hace de sus compras un acto político.

En nuestro país vecino, Ecuador, hay al menos 10 fincas de flores asociadas a Fair Trade. ¿Cómo vamos en Colombia?