Por: La Directora
El presidente de Estados Unidos tiene al resto del mundo en ascuas desde que, el pasado 2 de abril, anunció que estaría imponiendo a todos sus socios comerciales unos “aranceles recíprocos”. La razón que esgrime es que se deben equilibrar las relaciones económicas entre Estados Unidos y prácticamente el resto del mundo porque ese país no debe tener, en ningún caso, déficit en su balanza comercial.
Como se ha comunicado ampliamente los últimos meses por diferentes medios, las medidas no son coherentes con el discurso, pues EE. UU impuso aranceles a islas despobladas y los incrementó incluso a naciones como Colombia frente a las cuales no tiene déficit sino superávit en la balanza comercial (recordemos que ahora las importaciones colombianas tienen que pagar un 10% de aranceles para entrar a EE. UU, con violación de los tratados de Libre Comercio logrados en gobiernos anteriores).
Las medidas se han aplazado varias veces y el asunto hoy en día está así: si para el primero de agosto los diferentes países no han llegado a acuerdos de comercio particulares con los EE. UU, se les aplicará a sus importaciones el arancel que unilateralmente Estados Unidos anuncie por medio de “cartas formales”. En ese sentido, la segunda semana de julio el presidente Trump publicó por su red social “Truth Social” cartas (que parecen sacadas de una parodia digna de Mr. Bean o Cantinflas) dirigidas a los mandatarios de decenas de países anunciándoles a qué arancel serán sometidos sus productos. En estas cartas se advierte, así mismo, que el arancel se aumentará en caso de retaliación.
Algunos países, como China y el Reino Unido ya han llegado a acuerdos al menos parciales con el gobierno americano. Representantes del mundo entero están corriendo para ver cómo aplacan al líder estadounidense, que se comporta como un niño pequeño haciendo berrinche y que en estos pocos meses ha diezmado la confianza, credibilidad y prestigio de que su nación ostentaba a nivel global.
En el entretanto, la Corte Suprema de los Estados Unidos evalúa la legalidad de todas estas medidas, que fueron tomadas en el marco de una ley de Emergencia Económica. Son varios los casos que en primera instancia se han decidido desfavorablemente para el gobierno, es decir, que varios jueces han considerado que los aranceles no se podían cambiar en virtud de esa ley, sino que debieron haber seguido otro trámite, por lo que hubo una extralimitación de poderes por parte del presidente. Ahora el ente judicial supremo deberá sentar un precedente pero, hasta que eso pase, las medidas del gobierno seguirán con vigencia.
En una movida que considero lógica, países como España y Colombia han estado acercándose a otro gigante comercial: la China. España fortalece sus relaciones diplomáticas y trabaja por reactivar el comercio de cárnicos con ese país y Colombia, por su parte, entró hace poco a la Ruta de la Seda y al Nuevo Banco de Desarrollo (el banco de BRICS), de donde se espera obtener liquidez para desarrollar proyectos de variado tipo. El presidente Trump ha amenazado a ambos países con retaliación; pero ¿Qué se puede hacer? ¿Esperar pasivamente a que un berrinchoso presidente decida de forma unilateral lo que será el futuro comercial de los demás países?
Esta historia continuará…


