A propósito de la celebración del día del ingeniero agrónomo este 24 de Noviembre, cuyo conocimiento y trabajo es tan importante para nuestro sector floricultor, en esta edición Metroflor quiso registrar las opiniones de diferentes profesionales que, además de ser agrónomos, tienen experiencia profesional en la industria de las flores.

En esta primera parte del especial recogemos los puntos de vista de cinco importantes profesores que enseñan en diferentes universidades del país. Los maestros comparten con nosotros sus apreciaciones sobre aspectos destacados de la actualidad de la profesión en el país y perspectivas sobre su futuro, el interés de los jóvenes en la materia y el papel de la agronomía en tiempos tan coyunturales como éstos, en los que inicia el postconflicto. En la segunda parte de este artículo recogemos las consideraciones de otros agrónomos relativas a su elección de la agronomía como camino profesional.

En esta entrada publicaremos las respuestas de los profesores Anibal Leonidas Tapiero Ortíz, Marina Sánchez de Prager e Ignacio Gómez Ramírez y en una segunda entrada las de los profesores José Iván Zuluaga Cardona y Celsa García. Lo invitamos a  compartir sus consideraciones en nuestras redes sociales.

Anibal Leonidas Tapiero Ortíz

Ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá. Cuenta con una maestría de la Universidad de Londres y es doctor de la Universidad de Purdue. Sus estudios de postgrado tienen que ver con la patología vegetal y la biología aplicada. Enseña ‘Modelos epidemiológicos’ y ‘Análisis epidemiológicos’ en  las Universidades Nacional y Militar y, adicionalmente,  se desempeña como Investigador Ph. en la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria ‐ CORPOICA. Sus investigaciones giran alrededor de la ecología y dinámica de poblaciones, la diversidad genética, asociación, dispersión de microorganismos patógenos, programas de manejo integrado y enfermedades vegetales de cultivos tropicales. Adicionalmente, investiga  la epidemiología y manejo de enfermedades, cultivos y frutas tropicales y hortalizas y desarrollo de proyectos de participación comunitaria.

Marina Sánchez de Prager

Ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia -Sede Palmira. Marina cuenta con una maestría en Administración de Empresas de la Universidad del Valle, y otra en Suelo y Aguas de la Universidad Nacional. Además, es doctora de la Universidad Politécnica de Madrid. Fue la primera mujer que ocupó el puesto de Decana en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de Palmira.

Ha trabajado en las líneas de investigación en Biología del Suelo con énfasis en Micorrizas, en Microbiología del suelo y Agroecología desde la perspectiva de soberanía, seguridad alimentaria y construcción de ciudadanía. Actualmente, es Profesora Titular y tenente de cargo de la Universidad Nacional de Colombia y miembro de asociaciones como la Asociación Colombiana de Fitopatología y  la Sociedad Latinoamericana de Agroecología (SOCLA). Ha sido ganadora de diferentes distinciones: ‘docente excepcional’, ‘profesora Emérita’, Medalla al Mérito Universitario y dos premios nacionales por investigaciones sobresalientes. En extensión solidaria recibió en 2016 reconocimiento al espíritu  innovador UN Innova y de SOCLA (2015) por aportes a la Agroecología.

Ignacio Gómez Ramírez

Ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia y candidato a máster de la Universidad de México. Se ha desempeñado como ingeniero de campo, gerente técnico y gerente de producción en empresas floricultoras. En su momento, tuvo su propio cultivo de flores, cuyo nombre era Flores La Cuesta. Hoy en día es docente de la Universidad Santo Tomás y participa desde 1997 en la estructuración del programa académico de administración en empresas agropecuarias y en la de la especialización en gerencia de empresas agropecuarias.

¿Qué tan interesados están los jóvenes en estudiar ingeniería agronómica?

Anibal Tapiero

R//  El interés en estudiar agronomía entre los bachilleres recién egresados, a mi parecer, es bajo. El flujo de aspirantes por inscribirse a cursar esta carrera e interés por ser admitido se reduce cada vez más, particularmente entre egresados de colegios en las urbes, en comparación con la aspiración a adelantar estudios en otras disciplinas, clásicas y emergentes y con la de décadas atrás.

Aunque históricamente se ha preferido el concurso a carreras de formación clásica (medicina, ingeniería civil, arquitectura, derecho), hoy en día los bachilleres optan por explorar su posibilidad de acceder a programas más atractivos, tanto desde el punto de vista de acogida, tanto social como económica. La percepción social está fuertemente asociada al nivel de acceso del aspirante a la tecnología (internet, redes de comunicación social) y los medios de difusión.

En la decisión final, más que el análisis del perfil psicológico sobre aptitudes, juega un papel muy importante la amplitud de análisis disponibles en torno al nivel cultural asignado en la sociedad a los formados en esta profesión: reconocimiento del egresado en el mercado de trabajo (demanda, estabilidad, remuneración, etc.). Las expectativas de vinculación a actividades restringidas a su desempeño dentro de las áreas urbanas, más no menos importante, el nivel de formación que las principales Universidades ofrecen a los aspirantes al estudio de esta disciplina durante el proceso de aplicación (a los aspirantes con calificaciones deficientes para ingresar a carreras más demandadas se les propone la alternativa a inscribirse en agronomía) contribuyen a reforzar esta decisión.

Otro aspecto fundamental del desestímulo, también en gran medida alimentado por las mismas escuelas, lo constituye el erróneo concepto de percibir el currículo de la carrera de agronomía como un proceso de “reeducación” del joven citadino a asimilar y “emular” la experticia del agricultor. El dilema de la academia en torno a lo que percibe como práctica profesional se traslada entonces al aprendizaje empírico de las prácticas donde el saber consiste en la acumulación de experiencias que han garantizado la sobrevivencia de los agricultores en el ejercicio de su actividad económica. Sin asomos de requerimientos a la innovación tecnológica o cultural, en últimas “el campo” pareciera no requerir de ciencia ni tecnología, pertenece a la periferia. Tanto social, como económica y geográficamente, el sector agrícola persiste en el cuartil subdesarrollado de la economía del país, sin tecnología, infraestructura o representatividad política de trascendencia en la sociedad.

Marina Sánchez de Prager

R// En la medida que el país entró en los tratados de libre comercio (TLC), los productores agrarios  se han visto seriamente afectados al igual que las redes ligadas a este sector económico. Fuera de ello, por parte de los poderes gubernamentales solamente se han favorecido grandes productores ligados a cadenas alimentarias, destinadas especialmente a la exportación de alimentos frescos, transformados y materia prima. Este entorno negativo, influye necesariamente en las profesiones que prestan servicios al sector agrario, entre ellos, la Ingeniería Agronómica y las inclinaciones de los jóvenes por esta profesión. Sin embargo, las conversaciones de La Habana y las gestiones relacionadas con la  paz en el campo, unidos a las necesidades de una agricultura saludable y amigable con el ambiente, han llevado a que los jóvenes dirijan su mirada a una nueva ingeniería agronómica, como una opción de futuro profesional y humano. En la Universidad Nacional de Colombia se ha incrementado el número de inscritos en esta carrera. Las perspectivas socio-económicas-políticas y ambientales actuales, unidas a los desarrollos académicos de la Universidad Nacional de Colombia a nivel de posgrado y doctorado, como universidad pública y de Estado,  hacen que muchos jóvenes dirijan su mirada y aspiraciones a esta institución en sus diferentes sedes.

Ignacio Gómez Ramírez

R// Es una lástima tener que responder que debido al descuido de la mayoría de nuestros gobernantes con el campo en Colombia, la baja implementación de tecnologías en el sector rural y la estigmatización social que tienen nuestros campesinos, las presentes generaciones de jóvenes no ven llamativo estudiar ingeniería agronómica.

¿Qué futuro cree que tiene esta carrera? ¿Cuál es su importancia para el país?

Anibal Tapiero

R// La inmensa mayoría de los agricultores sobreviven en la actividad a pesar de sus índices de desarrollo por debajo de niveles de pobreza extrema, con sus consecuentes secuelas de analfabetismo y por lo mismo relegados a posiciones económicas y reconocimiento social como ciudadanos de menor categoría, comparados con quienes se dedican a otras actividades económicas. Así pues que, mediando una profunda reforma cultural, que por extensión correspondería a otra política que rescate la actividad agrícola del atraso sociotecnológico, la agronomía está llamada a responder por los retos más cruciales que enfrenta la humanidad en la actualidad: estar en capacidad de duplicar, por lo menos, la oferta de materias primas y alimentos para el 2020, habida cuenta las demandas derivadas de los índices de crecimiento de la población actual. Y si a esto se le suma la necesidad de garantizar que los nuevos volúmenes se produzcan dentro de los límites de la frontera agrícola disponible en la actualidad y a que el proceso productivo involucre tecnologías “limpias”, con estándares rigurosos de sostenibilidad ambiental, es evidente que únicamente el fortalecimiento de la formación en la disciplina, es crucial. Como corolario, es fundamental para el país capacitar jóvenes con los más altos estándares de formación en la utilización de herramientas modernas (Sistemas de Información Geográfica, Biología de Poblaciones, Ecología del Paisaje, herramientas de Biología Molecular), para concurrir a realizar su aporte en el desarrollo socioeconómico del “campo”. Para alcanzarlo, los formados deberán ser reconocidos por el sector productivo como agentes de cambio, por su destreza en el análisis de la realidad y la habilidad de proponer alternativas de manejo asociadas a la sostenibilidad económica y ambiental.

Colombia dispone del entorno biofísico, de la base social para alcanzar estas metas. Falta la voluntad política de las Universidades en asumir el reto.

Marina Sánchez de Prager

R// Para que un país pueda suplir las necesidades básicas de sus ciudadanos, debe en primera instancia atender la alimentación nutritiva, adecuada en proporción y sana. En los planes de desarrollo actuales, el énfasis está en la seguridad alimentaria. Es importante distinguir soberanía y seguridad alimentaria.  La seguridad alimentaria, usted la logra si tiene dinero para adquirir lo que se ofrece en el mercado, si no tiene capacidad adquisitiva, no come. La soberanía alimentaria, se basa en la canasta familiar elaborada a partir de los productos biodiversos que se generan localmente con el trabajo de los agricultores en las fincas y se comercializan desde allí, alcanzan lo regional, lo nacional y también mercados internacionales, pero con énfasis en atención primaria de alimentos para las propias familias  y  comercialización de excedentes.

En la formación de profesionales en ingeniería agronómica el énfasis se ha focalizado hasta hoy, únicamente, en ingenieros que atiendan la producción de alimentos en monocultivo – arroz, caña, maíz, soya, plátano, entre otros, a nivel empresarial, con alto uso de insumos de síntesis química industrial, olvidando a los pequeños agricultores que suplen en zonas como el Valle del Cauca y, también a nivel mundial, alrededor del 65 a 75% de los alimentos que conforman la canasta básica familiar. Estas cifras, aceptadas por la FAO, quien actualmente reconoce a la agricultura familiar campesina, como proveedora de seguridad y soberanía alimentaria,  exige que haya cambios en la formación de los actuales y futuros ingenieros agrónomos.

La crisis ambiental que enfrenta el planeta y nuestro país, en particular, requiere que esta dimensión sea considerada cada que se toma una decisión ingenieril ligada a los agroecosistemas, los territorios  y el paisaje, con visión de futuro Es necesario reconocer que los bienes  son finitos: suelo, agua, biodiversidad, ambiente natural y físico, sobre los cuales intervenimos como cultura para lograr nuestros fines como comunidad humana. Cada que se toma una decisión en el país como las que observamos ligadas a la minería, al petróleo, al uso intensivo de agroquímicos tóxicos, al manejo de basuras, entre otros, pensando más en la economía de momento que en el futuro del país, estamos condenando posibilidades de bienestar actuales y con mayor razón, futuras.

Estas son algunas reflexiones a considerar cuando se piensa que peligra la ingeniería agronómica  como profesión. Estos son solo algunos de los retos que deben enfrentar los actuales y futuros ingenieros agrónomos. Requerimos de una formación integral con una mirada no solo productivista sino ecosistémica, teniendo en cuenta que somos uno de los países más biodiversos, donde las opciones de futuro planteadas adecuadamente nos pueden permitir ser un país sostenible, con inclusión social, económica, política y ambiental.

Ignacio Gómez Ramírez

R// A pesar  de que por el planteamiento anterior se visualiza un oscuro panorama ya que si no tenemos estudiantes la situación podría ser absolutamente negativa para la profesión, considero que la carrera sí tiene un buen futuro, pues poco a poco la mayoría de países están comenzando a ser conscientes de que el tema de la seguridad alimentaria es fundamental para la existencia de los seres humanos y de los animales que les sirven de sustento; que sin alimento agrícola es complicado mantener la creciente población a nivel mundial y allí quienes vamos a estar aportando a los temas de la producción somos los ingenieros agrónomos, quienes estamos preparados para asumir los retos de producir con la mayor eficacia y al menor costo para beneficio de todos.

Para el ingeniero agrónomo, el futuro dentro de la profesión pasa de ser incierto a tener algunas luces, ya que con el cese de la violencia en el sector rural se extenderá el área productiva del país y así mismo se tendrá la oportunidad de regresar al campo para retomar los temas de extensión rural (abandonada en el presente) y nuevamente implementar para los diversos productores la asistencia técnica obligatoria. De esta forma, se podrá retomar por parte de los profesionales la trasferencia de últimas tecnologías para incrementar la productividad de toda la actividad agropecuaria.

Además de lo anterior, con los nuevos planes de estudio que tienen algunas universidades, se plantea el adecuado manejo que se debe dar al medio ambiente y el manejo de los productos perecederos enfocando la transformación de los mismos y evitando las pérdidas que se presentan hoy día.

¿Qué aspectos críticos (favorables y desfavorables) destacaría sobre la actualidad de la Agronomía?

Anibal Tapiero

R// Fundamentalmente, la “escuela” debe dejar de percibir la formación en Agronomía como un esfuerzo por intentar formar estudiantes que estén en capacidad de emular al agricultor y en cambio fortalecer los currículos (acompañado por exigencias en la evaluación) a partir de las herramientas modernas desarrolladas por la sociedad científica y sus repercusiones tecnológicas para el ejercicio de la producción en el campo. Aclaro, reconociendo el extenso saber acumulado por nuestros campesinos y agricultores para sobrevivir con los recursos limitados de que disponen (infraestructura vial y tecnológica débiles, reconocimiento político reducido, canales de comercialización adversos), es necesario capacitar a los futuros agrónomos en los análisis geopolíticos de los mercados y el desarrollo de tecnologías apropiadas para responder las demandas presentes y futuras. Ya en el pasado la agronomía cumplió un papel trascendental para el desarrollo económico del campo colombiano con la introducción de tecnologías durante el periodo de la “Revolución verde”, aún a pesar de lo que pueda criticársele. Solo que los agricultores asimilaron la tecnología transferida y se “independizaron” del “asistente técnico”, al cual perciben hoy en día como un gasto innecesario más. De ahí que los sectores más desarrollados dentro del medio (cultivos agroindustriales) prefieran a profesionales formados en otras disciplinas.

Marina Sánchez de Prager

R// Favorables:

  • El alto desarrollo del conocimiento actual que permite que expliquemos con argumentos científicos y tecnológicos muchos de los aspectos de la producción agraria que se consideraban “cajas negras”.
  • Una masa crítica formada alrededor de este conocimiento, con los esfuerzos invertidos en la formación de científicos y técnicos de alto nivel.
  • Un sector agrario y, dentro de él, pequeños agricultores que se han organizado para incrementar no solo su conocimiento social, económico y político, sino también tecnológico.  Necesitan apoyo de la academia y financiero para dar rienda suelta a muchas iniciativas y lo podrían hacer acompañados con ingenieros agrónomos y de otras áreas del conocimiento que trabajen con ellos y para ellos.
  • Los acuerdos de paz,  si logramos que salgan adelante,  podrían significar un campo agrario fortalecido con todo ese conocimiento científico y tecnológico acumulado en instituciones como las universidades y centros ligados al desarrollo agrario, donde una masa juvenil optimista y académicos estén dispuestos a acompañar procesos y desarrollos agrarios con futuro a largo plazo.

Desfavorables

  • La brecha que ha separado el desarrollo del conocimiento en los centros académicos e instituciones de investigación,  de los campesinos, especialmente en la agricultura familiar. En la mayoría de las ocasiones, ese desarrollo investigativo se ha dirigido más a acompañar el sector agrario ligado a revolución verde que a la agroecología como alternativa sostenible desde las perspectivas sociales, económicas, políticas y ambientales. Se ha invertido más en investigación sin visión integral, privilegiando lo productivista puntual y no la visión de futuro. Inclusive, muchos de los recursos financieros destinados a investigación agraria, se han dirigido hacia allí, antes que a otros posibles desarrollos alternativos.
  • A muchos científicos les ha faltado la visión crítica y mirar hacia el país y las necesidades de tenemos, antes que dirigirlo a figurar en el panorama internacional de “ciencia-top”, orientada a unos pocos problemas. Pero esto puede cambiarse e incluir la mirada crítica en la formación y quehacer de científicos nacionales. La Universidad debe hacer una fuerte reflexión y cambios en su accionar que se  sumen a este proceso.
  • Generar y proponer mecanismos de comunicación que liguen el sector agrario productor de alimentos para la soberanía y seguridad alimentaria con los centros de conocimientos y con la economía del país, donde se privilegie y apoyen los proyectos concertados y se orienten a atender necesidades sentidas de las comunidades y no solo a la última innovación de la ciencia mundial, muy importante, indudablemente desde el conocimiento, pero con poco aporte a lo local y regional. Hay muchos ejemplos de esta naturaleza.
  • Los acuerdos de paz y su implementación pueden significar una oportunidad de diálogo academia-productores, pequeños campesinos, pero dentro de una orientación de agroecosistemas que no atenten contra el futuro de la humanidad y del país, por ejemplo, que no arrasen la Amazonía, ni los morichales, ni los reductos selváticos del Pacífico. Que dentro de lo planificado se escuche a las comunidades que los han habitado con su saber y cultura de futuro. Que prime en lo concertado social, ambiental y político sobre el tecnicismo y la economía cortoplacista.

Ignacio Gómez Ramírez

R// Entre los aspectos que se pueden considerar críticos favorables sobre la actualidad para la agronomía y especialmente para el ingeniero agrónomo, considero que están relacionados directamente con el punto uno del acuerdo de la Habana que se firmó con la guerrilla “Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral (RRI)”, ya que el territorio rural entra a considerarse no solamente como el suelo, sino como la interacción de lo social, cultural y productivo, en donde las comunidades son las que deben tener papel protagónico en el mejoramiento de sus condiciones de vida y es allí donde el ingeniero agrónomo debe hacer presencia para integrar su conocimiento a la ruralidad.

Un aspecto que es importante tener en cuenta y que considero desfavorable, es que el ingeniero agrónomo cuando llega desempeñar  sus actividades se encuentra  alejado de la realidad del territorio rural. Es misión de la academia en la formación del profesional hacerle ver con claridad que él debe conocer esta realidad para de allí comenzar a plantear la solución a las problemáticas del sector.

Otro aspecto a tener en cuenta es mantener la actualización sobre las nuevas tecnologías para aplicarlas de acuerdo a lo que se observa en el territorio en la solución de los problemas y, por consiguiente, aportar a la transformación del sector rural.

¿Cuál es la perspectiva del campo de cara al posconflicto?

Anibal Tapiero

R// El campo Colombiano tiene ante sí la responsabilidad de responder por el afianzamiento de su capacidad productiva para garantizar la seguridad alimentaria de la sociedad y las exigencias sociopolíticas derivadas de los acuerdos de paz. Por extensión, el ingeniero agrónomo tiene a su vez el reto de estar en capacidad de colaborar con el proceso de “modernización” del sector agrícola proporcionando su concurso profesional en el análisis e implementación de estrategias que permitan alcanzar este propósito. Evidentemente, ello va de la mano con la voluntad política del estado en facilitar esta labor proporcionando los medios necesarios para el desarrollo de la infraestructura vial a todos los niveles, la “democratización” de los canales de mercadeo y la facilitación del acceso a la tecnología. El sector financiero, a su vez, debe proceder en concordancia reconociendo la participación del ingeniero agrónomo como formulador de alternativas políticas, económicas, científicas y tecnológicas modernas, como agente de desarrollo del sector. Todo ello resultado de la modernización del currículo en la Academia, acompañada por un mayor rigor en la evaluación de la formación impartida. En un marco de responsabilidad por la generación de productos derivados de procesos ambientalmente sostenibles que proporcionen ganancias culturales, ambientales y económicas suficientes para insertar a la población rural en segmentos sociales más apropiados a su aporte.

Marina Sánchez de Prager

R// Desde la profesión de ingeniero agrónomo y ciencias afines, hay un inmenso campo de trabajo en los procesos de implementación de paz duradera. Aquellos que hemos trabajado con campesinos y comunidades indígenas, somos conscientes y participamos del optimismo y la esperanza ante la posibilidad de cambio. También ha sido y será un camino espinoso y difícil de transitar que requiere la decisión política y apoyo gubernamental y de la sociedad civil en conjunto. Sin embargo, lograrlo es vital para las generaciones actuales y futuras. Mientras en algunos países altamente tecnificados y en los cuales, cada vez es mayor el reemplazo del hombre por la máquina, en Colombia, puede ser un renacer del ser humano y de su creatividad en la resolución de innumerables problemas.

Ignacio Gómez Ramírez

R// Teniendo en cuenta el comportamiento que está teniendo el tema del post conflicto, lo debemos analizar desde dos puntos de vista. El primero es el netamente político, donde confluyen intereses de diferente índole que de alguna manera agilizan o entorpecen el trasegar del desarrollo del sector rural. En este punto se colocan en primer lugar los grandes terratenientes que solamente como valor de la tierra toman la tenencia de la misma y otro sector, que también de acuerdo a sus intereses, plantea de alguna manera la equidad con el campesino.

Desde el punto de vista de los profesionales del sector agropecuario, esta es una oportunidad grande de llevar el conocimiento al campo ya que de todas formas lenta o ágilmente, el estado colombiano ha seguido un camino que es el de mirar hacia el campo. No debemos perder esta oportunidad con discusiones bizantinas sino obrar, y lo poco o mucho que se legisle al respecto aprovecharlo y así comenzaremos a construir una mejor calidad de vida para el sector rural.