Por: La subdirectora

 

A propósito de la agitada temporada comercial que se vivió el mes pasado en los Estados Unidos con motivo del día de los enamorados, algunos de los medios de comunicación de ese país se dedicaron a analizar la economía de este día y, con especial detenimiento, el movimiento generado por las flores.

Es notable que algunas de esas fuentes se duelen de que las flores provengan de industrias extranjeras que sacan de ello muy buenas utilidades (principalmente Colombia y Ecuador), y no de floricultores locales.

En efecto, los cálculos indican que este año los estadounidenses gastaron 2000 millones de dolares en flores para sus seres queridos, la mayoría de las cuales provienen de Colombia. Las flores figuran dentro de los regalos más apetecidos por los consumidores. Supermercados, floristerías y grandes superficies deben planear con meses de anticipación la logística necesaria para hacer frente al movimiento comercial generado por San Valentín.

De acuerdo con Asocolflores, son 600 millones los tallos que este año llegaron a nuestros vecinos norteamericanos desde Colombia. De acuerdo con fuentes internacionales, esta cifra superó los 700 millones de tallos. Son alrededor de 130.000 los empleos generados por la floricultura en Colombia, a los que deben sumarse los temporales generados en fechas importantes, como el Valentino.

Pero los beneficios no solo se obtienen en nuestra nación. También son millonarias las utilidades generadas por los comerciantes minoristas y mayoristas en los Estados Unidos. La cadena NPR entrevistó, por ejemplo, al dueño de una de las numerosas floristerías neoyorquinas, quien declaró que para San Valentín encarga 25.000 rosas a 1,40 centavos de dolar el tallo y que vende a los enamorados la docena a 80 dolares. La ineslasticidad de la demanda de las flores en Valentino les permite a los comerciantes  cobrar jugosos precios que los consumidores están más que dispuestos a pagar, pues como ellos dicen “nada puede decir ‘te quiero’ mejor que una docena de rosas”. Además, son decenas de miles los empleos nuevos que se generan en el gigante norteamericano por cuenta de las flores sudamericanas. Agentes de inmigración, personal logístico en los aeropuertos, floristas, personas atendiendo los pedidos telefónicamente y conductores de los miles de vehículos con los que se hacen los domicilios son solo algunos de ellos. Pero a pesar de todo lo anterior, ya se alzan algunas voces que, quizás animadas por los influjos de un presidente retardatario, critican la proveniencia de unas flores que su propio país no es capaz de producir.

Εn 1991 entró en vigencia la Ley de Preferencias Arancelarias Andina – ATPA por sus siglas en inglés, que permitió el inicio del libre comercio entre Estados Unidos y Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador. En 2012 la apertura del mercado se profundizó aún más con el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos. En este nuevo contexto, uno de los pocos sectores colombianos que han sido capaces de competir y prosperar es el floricultor. Otros sectores agrícolas antes prósperos han decaído como consecuencia de la apertura económica, que ya cuenta casi 30 años.

Inversamente, en Estados Unidos uno de los pocos sectores que no se ha beneficiado con estos acuerdos, es el de las flores. Cuando el ATPA comenzó a regir, había casi 230 productores de rosa en ese país. Hoy en día ese número se ha reducido a 15, de acuerdo con el Washington Post. En menos de 30 años la producción estadounidense de rosas ha caído un 95%. Esto se debe a que los productores del norte no pueden competir ni en precio, ni en calidad, ni en variedad, con las flores colombianas. Después de todo, de eso se trata el libre comercio: unos productores ganan, otros pierden, y quienes probablemente mayor partido sacan de ese juego son los consumidores.

Mucho quisiéramos que otras actividades agrícolas locales tomaran el mismo camino que ha tomado la floricultura. Sin embargo, para esto se necesita eficiencia, tecnificación, conocimiento e innovación. La experiencia nos demuestra que esta es la única forma de triunfar en el cada vez más arraigado mercado global.