Desde la segunda mitad del siglo XIX, Medellín inició una transformación de su paisaje con la llegada de plantas foráneas, sumándose a una tradición que venía desde tiempos ancestrales. Las flores nativas no solo decoraban, también eran símbolo, medicina y protección, presentes en rituales, en la vida cotidiana y en la espiritualidad. Orquídeas, dalias, bromelias, magnolias y muchas más convivieron con especies europeas como rosas y claveles, dando origen a una decoración floral mestiza que aún hoy define la identidad cultural de nuestra tierra.