Por: I.A Carlos Alberto Alarcón Rojas
Especialista en ética teológica.
En Colombia ha existido una gran disputa por la tierra. Desde la época de la colonia ha habido bandidos de diferente disfraz cuyo propósito es quedarse con las mejores tierras. Se caracteriza y se consolida la tenencia de tierra como un poder económico y político; el conflicto social se hace una realidad con unos terratenientes y unos minifundios con diferentes grados de productividad en la economía rural. Hay una alta concentración de tierras. Los más desfavorecidos desmontan la selva y trabajan tierras sin titulación allí donde el gobierno no tiene presencia. Avanzan los cultivos ilegales con ingresos superiores a los de los minifundistas – pequeños agricultores desprotegidos por el gobierno, sin subsidios, sin políticas de compras de sus cosechas, sin créditos, sin asistencia técnica.
Somos un país agrícola, considerado por muchos extranjeros como una de las mejores despensas agrícolas del mundo. Esto atrae a varias multinacionales a adquirir y adecuar tierras para su explotación, como por ejemplo en cultivos de soya, maíz y banano.
La banca internacional nos da crédito, solo si se pagan intereses con la compra de trigo, cebada, etc. de Estados Unidos, Canadá, etc. Esto arruinó a los cerealistas de Cundinamarca, Boyacá y Nariño. Ya no se cultivan estos cereales para la industria cervecera, se tiene que importar después sacar del escenario a varias familias campesinas de muchos municipios de Colombia.
El hecho de que nuestros campesinos no tienen precios de sustentación de compra de cosechas los lleva a la ruleta del día a día en Corabastos, donde la mafia de comerciantes pone el precio y a veces arruina el esfuerzo del agricultor, pues muchas veces se fija el precio por el numero de camiones que llegan con el mismo producto. A mas camiones menor precio de compra y a menor numero de camiones mayor precio de compra.
En la papa la agroindustria favorece a los agricultores mecanizados.
En materia de política agraria, el discurso de siempre se dirige a exigir condiciones de vida digna para los campesinos, protección del medio ambiente y buenas condiciones para la producción agrícola; todo lo cual está enmarcado en el derecho que todos los colombianos tenemos a la igualdad. Sin embargo, esto dista mucho de la realidad, porque no todos tienen derecho o poder adquisitivo para comprar semilla certificada, no todos se favorecen de subsidios o bonos para los agroquímicos, no hay políticas gubernamentales definidas de precios de sustentación por producto de cosechas y no hay control de áreas de siembras. Hay un desorden bien organizado para que la gran mayoría vivan de una falsa libertad de siembras, sin derecho a créditos, asistencia técnica , compra oportuna de agroquímicos y manejo de cosechas.
Existe un clientelismo a nivel bancario que favorece a los que no necesitan capital de trabajo y opera de acuerdo con la mermelada que le puedan distribuir. Cuando excepcionalmente un ciudadano de a pie logra que sus documentos sean aceptados, resulta que la partida se acabó y hay que esperar al otro año; por lo cual pierde la plata de los peritos y evaluadores del proyecto presentado.
Hay desigualdad en la propiedad de las tierras, en el acceso a los créditos y a la compra de agroquímicos. La tierra está subutilizada, pues solo cerca del 30% se encuentra en un buen nivel de explotación y productividad. El desempleo rural, la pobreza y el abandono del gobierno ha llevado a la migración de la juventud campesina a las ciudades.
Desde hace más de 100 años cambió la actividad en el campo en lo agrícola y ganadero en todo el mundo. La tierra es el alma de la justicia social, habla de su radiografía social y cultural. En Colombia, el conflicto armado no nos ha permitido conocer verazmente cuánta tierra ha sido arrebatada a los campesinos. Han sido callados como víctimas que no hablan, que no escriben; el silencio obligatorio, humillante del oprimido, del ausente, del marginal, del acobardado, del agotado, del egoísta, del indiferente, del no solidario.
La reforma agraria tiene dos frentes: uno es la tenencia de la tierra o repartición de la misma. La segunda está dirigida a mejorar las condiciones de producción, con acceso al crédito, a la asistencia técnica, a la adquisición de agroquímicos y a la comercialización.
Es inevitable no usar agro bio-químicos (productos biológicos y de síntesis química) en el sector agroindustrial y de exportación. Esos productos son necesarios para mantener la producción, la calidad, la rentabilidad de la agricultura alimentaria y decorativa (como las flores). En el trópico hoy en día es impensable no usar los agroquímicos ya que sus beneficios son notorios, mas su utilización debe hacerse con un carácter ético, profesional, ambiental, social, y de viabilidad económica para las empresas que generan empleos; para que la agricultura sea un negocio rentable para quien asume el riesgo de este tipo de inversión, toda vez que coloca su dinero bajo el sol, bajo la luna, al agua, al viento, al día y a la noche. Muy diferente es la situación de aquellos que tienen su capital en el banco o en inmobiliarias.
El primer filtro de la entrada o salida de una molécula de agroquímico es del Estado y sus institutos o departamentos agrícolas, con sus leyes, códigos, normatividades regulatorias claras y viables, aplicables por encima de intereses económicos y políticos; cómo aplicar, cuándo, dónde, manejo de residuos ambientales, monitoreos, control con registros que no sean dañinos a los seres humanos. Debería ser una acción no negociable el no uso de protección personal para los aplicadores de los bio-químicos. Sin importar el clima, es indispensable usar la protección. Así se reducen las alteraciones de salud respiratoria, vías digestivas, cardiovasculares, cutáneas, gónadas, estados de animo, que se presentan como consecuencia a la exposición prolongada a los productos de sanidad vegetal.
Las empresas proveedoras de estos productos deben tener la disciplina y compromiso permanentes de la capacitación de los trabajadores para el uso adecuado y de protección personal. Por eso la llegada a Colombia de la empresa rusa, Avgust Crop Protection, es una nueva opción; con algunos productos patentados y registrados; otros, como los biológicos, son una alternativa con diferentes métodos de control para varios blancos biológicos que afectan la calidad y la producción de flores para la exportación y muchos otros cultivos y zonas del país; comprometida en la gestión de residuos dentro del sector agropecuario está la compañía “Colecta”, que capacita a distribuidores, funcionarios y agricultores.
Deseo que Dios ilumine su camino y bendiga todas sus actividades. A los ingenieros agrónomos en su actuar en la recomendación de productos para la sanidad agrícola; a los distribuidores en su compromiso para instruir a sus funcionarios y a su vez a los agricultores, quienes cultivan y con sus productos enriquecen nuestras familias en su mesa y en sus sentimientos.
Ética es que cada uno de nosotros se comprometa, en el lugar donde esté y realizando la actividad a la que se dedica, a construir una patria mejor cada día, y teniendo como base el amor que Cristo nos enseñó.