Por:  Rodrigo Vergara Ruiz
I.A., M.Sc. Entomología – Consultor

1. Introducción

“Quienes han aprobado los acuerdos de libre comercio, o sea los TLCs, deberían explicarle a todo el país, las implicaciones sobre la sanidad vegetal de la producción agropecuaria de Colombia”.

La anterior afirmación se presenta con frecuencia en las reuniones del Gremio Agropecuario del país. El productor de frutales espera que le comuniquen, que puede pasar ante la eventualidad de la presencia de una nueva plaga. Así mismo quienes dedican sus esfuerzos a la producción de hortalizas, aromáticas, flores de corte, etc, etc, también manifiestan sus preocupación. Un análisis de la situación de los entes del sector, demuestra sus debilidades: no se les asigna un presupuesto adecuado; el personal (Técnicos) no es el óptimo; los recursos e infraestructura no están acordes con las necesidades para enfrentar las amenazas de organismos exóticos. Si se revisan los programas (?) del sector agropecuario se constatarán las fallas y deficiencias. El Estado Colombiano ante situaciones críticas emplea el recurso de declarar la emergencia fitosanitaria, pero los recursos para atender estas dificultades no son adecuados.

Conceptúa, Buriticá (1999) que se entiende por Sanidad Vegetal todas aquellas medidas que toma el Estado, cualquier productor particular o agremiación de productores, para proteger el país y muy especialmente su agricultura o producto, del ingreso de problemas fitosanitarios foráneos, de la diseminación y dispersión interna de fitopatógenos, en el territorio patrio o cultivo, de la pérdida producida por enfermedades y responder por compromisos y seguimiento de leyes acogidas por los distintos países y estamentos de ámbito regulatorio internacional en estas materias y que buscan garantizar un intercambio de productos, sin el peligro del movimiento de las enfermedades o de productos sin la calidad cosmética requerida. El autor ignora los artrópodos y otros organismos que afectan la sanidad de los cultivos. Al menos así, se considera en todos los continentes.

Debido a la importancia de este tema se incluyen palabras textuales de Murillo (1964):

“Hace muchos años, el 19 de octubre de 1927, inicié mi carrera de entomólogo en el Departamento de Agricultura del Ministerio de Industrias. Esta carrera de funcionario público sin solución de continuidad, va unida, con todas sus vicisitudes, al nacimiento y desarrollo de las organizaciones agrícolas del país. Estoy confesándoos mi vejez en esta época en que tal edad suele señalarse como estigma por decadencia e inanidad. Recordemos a propósito, la revolución fracasada de hace unos meses, de las nuevas generaciones de los médicos contra esos ancianos profesores de cuya experiencia no pudo prescindir la ciencia y el arte de Hipócrates.

La juventud puede almacenar conocimientos, pero la experiencia, que es el arte de usar la sabiduría, es un tesoro que sólo se cosecha con los años”.

La sanidad vegetal en Colombia fue obra inicial de este primer entomólogo, y por él se realizaron los primeros reconocimientos y distribución geográfica de las plagas del café, del cacao, del algodonero, de los frutales, de la papa, del tabaco, etc., de donde salieron los primeros catálogos de insectos depredadores de los cultivos. También fue obra suya la de los primeros estudios sobre represión biológica de plagas, no sólo en el campo de la agricultura sino también en el de la ganadería, que se hizo con resultados eficientes con la importancia, cría y distribución por todo el país, de avispas spalangias, entomófagas de las moscas chupadoras de sangre del ganado.

2. Notas históricas en un cultivo

La sanidad vegetal del país está llena de casos históricos que demuestran la desidia y el descuido del Estado con tan determinante tarea de la producción de alimentos. En los más de 100 años de historia de la creación de la primera Escuela de Agronomía, se tienen ejemplos de organismos nocivos que han afectado la fitosanidad, siendo todos ellos de origen exótico.

2.1 Picudo del algodonero

El picudo es originario de Centro América o México, de allí pasó a la zona algodonera sur de los Estados Unidos en 1892. En Venezuela fue observado por primera vez en 1949 por los doctores W.H. Whitcomb y Gaston Vivas en Tocoron, estado de Aragua y en Colombia fue localizado por primera vez por el Ingeniero Agrónomo Luis Francisco Rodríguez el 14 de enero de 1951, en un cultivo de algodón de la variedad Deltapine 12, en el corregimiento de Ternera, municipio de Cartagena. En muy poco tiempo se le encontró también en Bayunca, Turbaco, Soplaviento y Arjona. Debido al interés del Ingeniero Agrónomo Nemesio I. Barva López, funcionario de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de Bolívar, se dieron los primeros pasos para su identificación y control (Figura 1).

Figura 1. Adulto, larva y rostrum de Anthonomus grandis

Fue identificado en forma casi simultánea por los doctores Francisco Luis Gallego, Profesor de Entomología de la Facultad Nacional de Agronomía de Medellín y por el doctor Belisario Losada Sinisterra, Director de Entomología Económica de la Campaña Grancolombiana de Saneamiento del Valle del Cauca, quien prestó a la Secretaría de Agricultura y Ganadería de Bolívar su mayor interés en la identificación de la plaga y en señalas las primeras medidas de control requeridas en la zona.

Debido a su dispersión en un área que abarcó en muy poco tiempo desde Molineros y Repelón en el Atlántico hasta Corozal, Sincelejo, Tolú, Toluviejo, Pinto y Zambrano, donde hubo cultivos que tenían hasta seis larvas por cápsula y cinco adultos por planta y con pérdidas económicas de más de 80% de la producción de los cultivos, tanto el doctor Francisco Luis Gallego como el doctor H.W. Barre, Entomólogo consultor del Instituto de Fomento Algodonero IFA en aquella época, conceptuaron que el picudo pudo existir en algodón perenne por un tiempo considerable, sin que fuera observada su presencia con anterioridad. Estimaron que dada su abundancia, en tan poco tiempo, no podía haber llegado con la semilla importada sembrada en los lotes donde se localizó inicialmente. La campaña de control iniciada fue coordinada por la Secretaría de Agricultura y Ganadería de Bolívar, con la dirección del doctor Antonio Peñate y el IA Carlos Marín delegado del IFA y usando los insecticidas disponibles para aquella época (Marín, 1981).

En la actualidad, el picudo existe en todas las áreas algodoneras de los departamentos de Córdoba, Sucre, Bolívar, Atlántico, Magdalena, Cesar, Guajira, Santander y en la zona de Cúcuta, Norte de Santander, desde diciembre 20 de 1979 (1980 y 1952).

En el interior de país fue observado por primera vez el 23 de abril de 1980 por el Ingeniero Agrónomo Tamín Campos M., en la vereda Marañal, parcelación del Incora cerca a Puerto Boyacá y su distribución abarca todos los cultivos de la zona de la Dorada, Puerto Salgar y Puerto Boyacá. Si se tiene en cuenta que la intensidad del ataque inicial no fue alta en la zona, se presume que su origen tuvo como consecuencia la dispersión natural en algodones silvestres desde la zona de Aguachica donde existe el picudo desde hace varios años. Afortunadamente el picudo no había llegado al interior del país puesto que desde hace más de 20 años existía en el Magdalena Medio.

La presencia del picudo en algodones silvestres reportada en 1978 por los doctores Héctor Aldana A. (1980) y Luis Zuluaga M., Profesores de Entomología de la Facultad Nacional de Agronomía de Bogotá, en las zonas de Caucasia, Cáceres y Puerto Valdivia en Antioquia, obedece a una dispersión natural de la plaga a lo largo del río Cauca atacando algodones silvestres y posibles plantas hospedantes. Esta sería la ruta normal para atacar los cultivos del Valle del Cauca desarrollándose principalmente en algodones silvestres.

Para 1981, el picudo había sido localizado en algodones silvestres y cultivados en Honda, Méndez, Mariquita, Armero y Ambalema así como también en Guataquí (Cundinamarca) a lo largo del río Magdalena por lo cual es factible que en poco tiempo afectaría los cultivos de Nariño (Cundinamarca) y Girardot y demás áreas algodonera del Tolima y Huila.

Marín (1981) opina que la presencia del picudo en las pocas áreas algodoneras de Cúcuta, pudo haber llegado paulatinamente de las áreas algodoneras de Venezuela en lugar de la zona de Aguachica, cuyas barreras geográficas pueden ser un mayor obstáculo para su desplazamiento hasta Cúcuta.

De acuerdo con la lista oficial de plagas publicada por el ICA (Posada y otros, 1976), noventa y dos especies de insectos y seis especies de ácaros figuran como plagas del algodón en Colombia. Unas son más importantes que otras, obviamente, pero todas contribuyen a formar un gran complejo que amenaza al cultivo desde la siembra hasta más allá de la cosecha, como lo demuestran los trabajos de investigación sobre socas.

Esta diversidad de plagas se refleja también en una abundancia de insectos benéficos que es indispensable conocer y manejar. El todo constituye un mundo entomológico tan especial que hace al algodonero el cultivo más estudiado por los entomólogos del mundo y aquel que demanda la mayor actividad del asistente técnico en la represión de las plagas.

Es indispensable que los agricultores creen conciencia sobre los grandes peligros que se ciernen sobre el cultivo del algodonero si se continúa con la política indiscriminada en la aplicación de insecticidas. En ocasiones anteriores, se ha llamado la atención sobre los efectos indeseables de estos productos y la necesidad de su utilización en forma racional al tiempo que se debe buscar su cambio por medios de control adecuados y más permanentes.

Smith y Reynold (1966) establecen seis etapas patrón del cultivo del algodonero, con base en los problemas de control de plagas, y las cuales definen en la siguiente forma:

a. Etapa subsistencia

Cuando en un país se cultiva algodón como parte de una agricultura de subsistencia y no existe un programa organizado de producción de cultivos.

b. Etapa explotación

Cuando la explotación de algodón se extiende a nuevas áreas que están generalmente irrigadas. Se introducen patrones de protección contra las plagas, para defender los grandes cultivos y maximizar la producción. Se da un gran énfasis a los productos químicos.

c. Etapa crisis

La combinación de resistencia de las plagas a los pesticidas, la resurgencia de plagas, y las plagas secundarias no consideradas anteriormente, causan gran incremento de los costos de producción.

d. Etapa de desastre

El uso exagerado y mal uso de los pesticidas continúa hasta tal punto, que los costos de producción son demasiado altos y el algodón no puede cultivarse en forma rentable (Figura 2).

Figura 2. Envases de plaguicidas

envases-de-plaguicidas

e. Etapa control integrado

Los agricultores y especialistas en protección de cultivos cambian a sistemas que utilizan una variedad de procedimientos de control (cultural, biológico y químico) en lugar de confiarse solamente a los pesticidas. Se hace una utilización mayor de la mortalidad natural y del control biológico.

f. Etapa deterioración

Es un lapso posterior a la recuperación del desastre, una nueva generación de agricultores (o algunos con mala memoria) no reconocen la necesidad de controles culturales estrictos y la de incrementar cuidadosamente los enemigos naturales. El programa de control integrado se deteriora. No se hacen comentarios de aquellos países en donde el cultivo del algodón ha desaparecido o ha sobrepasado la fase desastre, por no ser el objetivo de estas notas.

3. Estado de la fitosanidad en Colombia

Gómez (1999) escribía hace más de 15 años aspectos que se han agravado sobre el estado fitosanitario en el país, así:

Al finalizar el siglo XX, la situación fitosanitaria del país se agrava con el ingreso de nuevos problemas de plagas, el aumento en intensidad de otros, causando pérdidas económicas e impactos ecológicos y sociales.

Dentro de los problemas fitosanitarios endémicos están la broca del cafeto (Hipotenemus hampei), el gusano de la piña (Melanoloma viatrix), la roya blanca del crisantemo (Puccinia horiana), la sigatoka negra del plátano y el banano (Mycosphaerella fijiensis var. difformis), la chinche de los pastos (Collaria columbiensis), la alternaria de los cítricos (Alternaria tenuissima), el trips (Thrips palmi), la langosta brasilera (Rhammatocerus schistocercoides), la hormiga loca (Nylandera fulva), las moscas de las frutas (Ceratitis capitata y Anastrepha spp.), el moko del plátano (Pseudomonas solanacearum) y el picudo del algodonero (Anthonomus grandis) (Figura 3).

Figura 3. Adultos de Thrips palmi, broca del café y mosca del Mediterráneo

Dentro de los problemas fitosanitarios que se incrementaron por diversas causas (susceptibilidad de hospederos, uniformidad genética, condiciones climáticas favorables) se tienen: la polilla de la papa (Tecia solanivora), el gusano rosado colombiano en algodón (Pectinophora gossipiella), la pudrición del cogollo de la palma africana (Thielaviopsis sp.), el barrenador de, la yuca (Chilomima clarkey) y algunas hormigas cortadoras (Atta spp.).

Los problemas antes mencionados están afectando amplias zonas del territorio agrícola, con el consecuente incremento de los costos de producción, la merma de la competitividad y limitaciones fitosanitarias para las exportaciones. Productos como café, banano, flores, algodón y aceite de palma han disminuido su oferta y otros productos alimenticios y rubros importantes en la generación de empleo e ingresos para la economía campesina como yuca, plátano y papa se han visto afectados en su oferta.

Por su parte, se constituyen en una amenaza para la agricultura colombiana plagas exóticas como la escama de San José (Quadraspidiotus perniciosus); el gorgojo Kapra (Trogoderma granarium), el nematodo de la patata (Dytilenchus destructor), la roya blanca del café (Hemileia coffeicola), el cáncer de las frambuesas (Agrobacterium rubi), el carbón del trigo (Tilletia indica), la antracnosis de las cerezas del café (Colletotrichum kahawae), los nematodos de la fresa (Aphelenchoides fragariae), que junto con más de 800 plagas justifican la existencia y el fortalecimiento de un Servicio de Sanidad Vegetal que garantice la sanidad de las exportaciones y vele por la seguridad agroalimentaria del pueblo colombiano (Figura 4).

Figura 4. Escudos de Quadraspidiotus perniciosus

En Colombia están presentes plagas que restringen el comercio de productos agrícolas a países compradores potenciales, de acuerdo con las normas establecidas por sus servicios de sanidad vegetal, como es el caso de las moscas de las frutas, la roya blanca del crisantemo, entre otros; situación ésta que hace necesario tomar medidas de fitosanidad, que garanticen a los países compradores la sanidad de los productos adquiridos, única forma de mantener la presencia en los mercados establecidos y abrir otros, mediante la superación de barreras fitosanitarias.

3.1 Plagas exóticas

Comenta López (2013) que la interceptación de una plaga cuarentenaria significa la devolución, destrucción o fumigación del cargamento. En Colombia, el Instituto Colombiano Agropecuario ICA tiene asignada la función de protección vegetal y es responsable de dar cumplimiento a los compromisos adquiridos como país signatario de la convención internacional de protección fitosanitaria (CIPF). El ICA ha establecido un sistema de vigilancia a través de la reglamentación de los cultivos para exportación.

Para el caso del sector floricultor, el ICA reglamentó la producción, distribución y comercialización de ornamentales mediante la resolución 0264 de febrero de 2000 y estableció el mecanismo de registro de los cultivos y las empresas comercializadoras de ornamentales. A través de este mecanismo se estableció el sistema de vigilancia fitosanitaria en cultivos de ornamentales, el cual cuenta con la participación de los asistentes técnicos y el convenio ICA-Asocolflores.

El cultivo de hortensia, tuvo un aumento significativo de interceptaciones (370), debido a la dinámica de sus plagas, lo cual se debe en gran parte a que se cultiva a campo abierto y que el cultivo ha venido creciendo en forma acelerada, alcanzando actualmente 577 hectáreas, correspondientes a 502 productores registrados ante el ICA (ICA, 2010).

Actualmente se hace referencia al año 2010, se ha procesado la información de incidencia de los problemas sanitarios más relevantes del tercer trimestre en 200 predios (28% de los existentes). Esta información arroja, hasta ahora, los siguientes datos: Trips (2.97), ácaros 14.75, ceniza 10.59, áfidos 4.66 y babosas 6.21. Se incluyen registros de interceptaciones en aromáticas enviadas desde Colombia a compradores del exterior. En solo 4 aromáticas un total de 3946 especímenes (Vergara, 2014).

Analizando las interceptaciones de flores de Colombia, del 2011 al 2013, se destaca que en Julio de 2012 se alcanzó la mayor cantidad de casos. Durante los tres años el promedio se mantuvo por encima de los 500 casos. Para Antioquia se presentó una coincidencia de registros en Julio de 2012 y el promedio se estableció alrededor de 300 interceptaciones. En Hydrangea sp. se presentó el mayor número de casos, y luego en Aster sp, Solidago sp y Chrysanthemum sp. Los insectos más detectados pertenecen a los órdenes: Lepidoptera, Hemiptera y Thysanoptera. Ácaros prostigmata fue el segundo grupo de mayor detección. En el 2011, se alcanzaron cifras de 2551 interceptaciones y 2116 y 1884 para 2012 y 2013 (sin incluir datos de Diciembre). De Enero a Agosto del 2013, en Antioquia se interceptaron 1884 especímenes y en Cundinamarca 1209. Para Antioquia los ácaros alcanzaron en Hydrangea un total de 277 casos. En este cultivo los hemípteros reportados fueron en 223 oportunidades; los lepidópteros se destacaron en Solidago con 242 ocurrencias; en crisantemo los dípteros fueron detectados 73 veces, seguido de los trips en 69 ocurrencias. Se resume que del total de interceptaciones el 32% (603 casos) corresponden a lepidópteros; un 222% (427 veces) a Hemiptera y 20% (373 casos) a ácaros. Del total de lepidópteros, 556 oportunidades corresponden a la familia Noctuidae y en 266 ocasiones a Aphididae en un total para Hemiptera de 427 detecciones (ICA-Antioquia, 2013).

Las variedades de mayor incidencia, según las estadísticas del 2007, en la fumigación de flores provenientes de Colombia, son en su orden: Aster, Solidago, Alstroemeria, Bouquets, Chrysanthemum, Dianthus, Eucaliptos, Hydrangea, Limonium. Sin embargo, los Áster incluyendo el Solidago son responsables de más del 40% de las interceptaciones. El pico de las fumigaciones se da en las temporadas de Marzo, Abril y Mayo y en Agosto y Septiembre. El insecto que es la causa de casi el 50% de las interceptaciones de flor de Colombia es el Noctuidae y los siguientes son el Miridae y la Copitarsia. Entre los tres representan casi el 80% de los casos. En las flores provenientes del Ecuador las de mayor incidencia son en su orden: Áster, Solidago, Bouquet, Delphinium, Eryngium, Gypsophila, Helianthus, Hypericum y Molucella (Pineda, 2008) (Figura 5).

Figura 5. Ejemplares de Delphinium, Molucella e Hypericum

3.2 Sistema cuarentenario

Para el cumplimiento de la misión del ICA funciona un sistema cuarentenario en puertos, aeropuertos y pasos fronterizos, que a la vez que intenta reducir los costos innecesarios, al evitar la introducción de plagas, contribuye a mejorar la oferta alimentaria interna y a incrementar la calidad sanitaria de los productos agropecuarios que se exportan.

Sistema que se puede definir como un proceso, mediante el cual los insumos (mano de obra, equipos, instalaciones, normas, información). Se convierten mediante diferentes procesos tecnológicos en servicios tales como inspección fitosanitaria, identificación de plagas, análisis de riesgo, tratamientos cuarentenarios, elaboración de normas y reglamentos, acciones de emergencia, cuarentenas, certificaciones, sistema de información.

Para comprender la operatividad del sistema cuarentenario se deben identificar sus principales componentes que entre otros son: Base legal; administración operativa; capacitación y entrenamiento; métodos de inspección; análisis de riesgo; identificación o diagnóstico de plagas; tratamientos cuarentenarios; comunicación; sistema de vigilancia; Detección de plagas; sistema de información; sistemas de emergencias; permisos fitosanitarios; certificados fitosanitarios y cuarentena interna.

Una vez identificados estos componentes se pueden estudiar las relaciones básicas entre ellos y la importancia de cada uno para el desarrollo de una vigilancia efectiva en la primera barrera de defensa.

Comenta, Cobo de Martínez (1991) que una considerable parte de la producción agropecuaria se pierde anualmente debido al daño causado por las plagas. Teniendo en cuenta que muchos organismos plagas, de importancia económica y cuarentenaria, no existen en Colombia, debemos orientar todos los esfuerzos posibles a proteger el patrimonio agropecuario, evitando el ingreso de plagas exóticas.

Pero también el sostenimiento actual de la comercialización y la conquista de nuevos mercados, dentro del proceso de la apertura económica y la globalización de la economía, exige productos de alta calidad sanitaria, como soporte a las exigencias no arancelarias impuestas por los países compradores para la protección de su agricultura y su medio ambiente.

Para prevenir la diseminación e introducción de plagas y promover medidas apropiadas para combatirlas, y para actuar eficaz y conjuntamente en ese propósito, Colombia se comprometió con la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF) a adoptar las medidas legislativas, técnicas y administrativas, mediante la ley 82 de diciembre 30 de 1968. Fue el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, por delegación del Ministerio de Agricultura, la entidad responsable de esta actividad.

A partir de la promulgación de la Ley 101 de Desarrollo Agropecuario y Pesquero de diciembre 23 de 1993 y su Decreto Reglamentario No. 1840 de agosto 3 de 1994, se ratificó la responsabilidad del ICA en lo referente a la sanidad agropecuaria frente al Comercio Internacional en el marco de la apertura económica, según la Constitución Nacional de 1991.

La política de apertura e internacionalización de la economía, adoptada por el Gobierno Nacional a comienzos de esta década, junto con la firma del acuerdo sobre la aplicación de medidas sanitarias y fitosanitarias de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ley 170 de diciembre 15 de 1994, obligan al cumplimiento de los requerimientos que se exigen para el comercio internacional de animales, vegetales y sus productos a través de su Organismo Nacional de Protección Agropecuaria.

Es indiscutible que todos los esfuerzos para lograr que Colombia tenga una Sanidad Vegetal óptima han sido enfocados con buenos propósitos, pero han fracasado. Hoy el país se encuentra en EMERGENCIA FITOSANITARIA motivada por varias plagas (Cuadro 1). Se incluyen tan solo cinco (5) especies, pero la fitosanidad está acechada por especies de patógenos malezas y otros organismos nocivos. Se podría preguntar ¿dónde están los recursos para atender los problemas que generan las plagas del cuadro 1?? (Figura 6)

Figura 6. Adultos de Trialeurodes vaporariorum y Diaphorina citri
Cuadro 1. Algunos registros de emergencias fitosanitarias.

Norma

Título

Res 2390 (10-12-15)

… Por medio del cual se declara el estado de emergencia fitosanitaria en el territorio nacional por la presencia de adultos de Diaphorina citri infectados con la bacteria de la enfermedad HBL….”

Res 2452 (22-08-14)

… se declara… en los Dptos de Atlántico y Bolivar por presencia de la plaga conocida como Mota Blanca (Capulinia sp.) en los cultivos de guayaba”.

Res 2933 (17-12-1997)

.. presena de Thrips palmi Karny …”

Res 4213 (16-12-2014)

… presencia de Trialeurodes vaporariorum… en Cundinamarca, Boyacá, Nariño y Antioquia…”

Res 1287 (05-2012)

… presencia de Maconellicoccus hirsutus Green”.

Fuente: ICA

Las importaciones de productos agrícolas representan un riesgo para la sanidad vegetal del país. Durante el XVIII Congreso Nacional de Productores de papa se rechazaron las intenciones de la industria procesadora de importar papa a Colombia. En su boletín de prensa de marzo 16-2016, afirma Fedepapa “La industria colocaría en riesgo el status sanitario del país. Para todos es de amplio conocimiento que una importación, argumentando un desabastecimiento que no existe, sin realizar los protocolos sanitarios necesarios solicitados por el ICA, pondría en alto riesgo el status sanitario colombiano posiblemente permitiría el ingreso de plagas y enfermedades nocivas como lo ha sido la polilla guatemalteca, la cual ingresó al país proveniente de Centroamérica y se podría acabar definitivamente con la papa colombiana. Esto además colocaría en riesgo la seguridad alimentaria de nuestro país” (FEDEPAPA, 2016) (Figura 7).

Figura 7. Tubérculos de papa

Son pocos los gremios que se atreven a elaborar y publicar estas denuncias. Pero se podrían elaborar interrogantes sobre la intercepción de plagas que afectan las cadenas productivas. Los organismos nocivos penetran al país, evadiendo los sistemas de vigilancia. Se dispersan en los sitios de producción de huéspedes susceptibles. Los organismos estatales emiten sus alertas, cuando ya es muy tarde.

4. Consideraciones finales

Hoy más que nunca cobran actualidad, los comentarios de Patiño y Bustamante (1970), que opinaban:

La posición de un individuo respecto a una idea o una actividad puede clasificarse en tres grupos: aceptación, indiferencia o rechazo. Esta determinación depende del momento de la observación y de la perspectiva en que se coloca el observador, o mejor, sus intereses. Por lo tanto, la forma general de pensar u opinar es el fruto del medio, nutrida en esencia por la dinámica del sistema social imperante y la capacidad de observación y análisis del individuo.

En el caso de los problemas fitosanitarios, una mirada retrospectiva indica que la posición general ha sido de indiferencia con algunos momentos de solidaridad, resultado circunstancial de problemas críticos. El porqué de la indiferencia se explica en el desconocimiento de las consecuencias de los problemas fitosanitarios y de la utilidad de un servicio organizado de Sanidad Vegetal, así como en la concepción tradicionalista de nuestros agricultores.

Es necesario entonces, una toma de conciencia por parte de técnicos, agricultores, directivos de la comunidad y público en general, con el fin de que se analice esta posición de indiferencia frente a los problemas fitosanitarios y se trate de adoptar una actitud decididamente positiva en pro de la Sanidad Vegetal del país.

Al contrastar lo expresado por Patiño y Bustamante, con lo afirmado por Gómez (1999), el lector podrá considerar si existe correspondencia en las consideraciones, a pesar del tiempo transcurrido. Un agronegocio como el de las flores de corte no puede estar enfrentado a las limitantes en materia de sanidad vegetal. Desde que se inició este cultivo han surgido o se han posicionado plagas a una velocidad sorprendente.

En 1999, Cárdenas afirmaba que Colombia está incrementando su inserción en la economía mundial, como estrategia para ampliar el mercado de los productos agrícolas. Los nuevos mercados representan oportunidades y, por supuesto, nuevos riesgos fitosanitarios, lo que hace que el Sistema Sanitario y Fitosanitario y en especial el Sistema de Cuarentena Vegetal, requiera enfoques modernos y un redimensionamiento de su operación. El sistema fitocuarentenario colombiano se sustenta en normas nacionales e internacionales a través de las cuales el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, desarrolla las acciones para preservar la sanidad vegetal y cumplir con las disposiciones y recomendaciones de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria, CIPF.

Por mandato del Decreto 1454 de 2001 de la Presidencia de la República y la Resolución 2950 de 2001, corresponde al ICA como Organización Nacional de Protección Fitosanitaria, ONPF, establecer los procedimientos para garantizar el eficaz cumplimiento de las normas oficiales de Cuarentena y Sanidad vegetal. En los últimos años los riesgos fitosanitarios para la agricultura colombiana se han incrementado de manera significativa. Varias son las causas de esta situación, pero se podrían atribuir en general a los mayores volúmenes de comercio desde y hacia Colombia, así como al aumento en el número de viajeros internacionales, correos postales, embarcaciones, aeronaves y otros medios de transporte que hacen tránsito o ingresan al país.

Entre los años 2002 a 2005, el ICA inspeccionó especies vegetales provenientes de Asia, África, América (Norte, Centro y Sur), Europa y Oceanía, en la búsqueda de 15 especies plagas, para minimizar riesgos fitosanitarios (Cárdenas, 1999).

Paralelamente, se registra un creciente flujo comercial de productos tan importantes como banano y plátano, café, ornamentales y flor cortada, hierbas aromáticas y culinarias, papa, frutas y otros vegetales frescos. En todos los casos, los socios comerciales de Colombia tienen exigencias fitosanitarias, razón por la cual el ICA es responsable de certificar su cumplimiento y en el caso de las importaciones de productos como ajo, algodón, fríjol, lenteja, maíz, material de propagación, semillas de hortalizas y pastos, los esfuerzos se concentran en evitar que ingresen al país plagas de importancia cuarentenaria, que puedan afectar de manera significativa su agricultura, restando competitividad al sector.

La globalización de los mercados tiende hacia la conformación de un gran mercado, donde no hay espacio para los conceptos de «mercado interno» o «mercado externo», por lo que Colombia no puede aislarse de los caminos que siguen los demás países. El nuevo escenario de la economía no tiene límites, la producción no tiene nacionalidad, se sitúa donde se le garanticen reglas de juego claras y permanentes. Las ventajas competitivas están definidas por la infraestructura tecnológica, el capital humano de alta calidad, la disponibilidad de recursos y la infraestructura física con que cuenta Colombia (Figura 8).

Figura 8. Globalización del Mercado Mundial.

globalizacion-del-mercado-mundial

Quienes proyectan los escenarios futuros piensan que es necesario duplicar o, en algunos casos, triplicar la producción para satisfacer la demanda de alimentos al final del primer cuarto de siglo próximo. Para atender el aumento de esta oferta de alimentos para satisfacer la demanda, algunos países están en mejores condiciones, debido a que los productores tradicionales de alimentos se encuentran en los límites de expansión de su frontera agrícola y de productividad a costos competitivos.

Igualmente, la presión ejercida por grupos ecologistas es cada vez mayor, impidiendo que se amplíe el área de producción, dando oportunidad a los países que pueden desarrollar su producción horizontal o verticalmente. Es unánime la opinión de los expertos en que la producción deberá crecer más por el aumento de la productividad y no por la incorporación de nuevas áreas, aunque éstas no tengan las mejores características edafo-climáticas. Sin embargo, esto conlleva una oportunidad para Colombia, país en desarrollo, a pesar de estar lejos de los países desarrollados desde los puntos de vista tecnológico y de sanidad agrícola.

Esta apreciación lleva a la conclusión de que las dos variables directrices sobre las cuales debe radicar la competitividad para el futuro próximo son la tecnología de producción y la sanidad agropecuaria, En materia de sanidad, los productos que no cumplan con los requisitos y con las especificaciones que exigen los mercados serán rechazados. En los mercados de los países desarrollados los alimentos de origen agropecuario sin ningún grado de transformación, pierden cada día importancia. En este sentido, las posibilidades que se vislumbran para el sector agropecuario colombiano, están dadas en la medida en que sus productos puedan integrarse a las cadenas productivas alimenticias y agroindustriales. En este sentido, la sanidad debe involucrarse en toda la cadena, desde la garantía de calidad de los insumos, su uso adecuado, la reducción de riesgos sanitarios al país hasta la garantía de elaboración de los productos.

No se puede aceptar que un país de tan generosa producción agrícola enfrente las dificultades de sanidad vegetal señaladas en los párrafos anteriores. La soberanía alimentaria está en dificultades con relación a los organismos exóticos que la afectan. Quienes están a cargo y tienen responsabilidad en la producción deberían marcar el camino a seguir para privilegiar la fitosanidad del país. No se deben aceptar imposiciones con los TLC’s.


BIBLIOGRAFÍA

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