Por: Daniel Díaz Montenegro
Retenum-Agroenzymas
Innovación Tecnológica

Las raíces nunca están al alcance de la vista -excepto en cultivos aeropónicos- de tal forma que no tenemos un diagnóstico continuo de su condición y funcionalidad como lo tenemos de la parte aérea. Agronómicamente se atiende al suelo o sustrato para que esté en las mejores condiciones físicas, químicas y biológicas pero, por lo general, no consideramos de forma individual y específica a la raíz como un órgano que vive, respira, crece y tiene necesidades durante el ciclo de vida de la planta.

La raíz está para absorber agua y nutrientes, para proveer hormonas -principalmente citocininas-; para guardar reservas alimenticias en algunas especies (ej. rosas), y para procesar fertilizantes y convertirlos en compuestos asimilables a los procesos fisiológicos de la planta. Adicionalmente, las raíces son relevantes para el suelo o sustrato en donde estén establecidas para pasarle exudados (ej. aminoácidos, ácidos orgánicos, etc.) y aportarle materia orgánica por descomposición cuando alguna parte de ellas muere de forma natural. De todo esto resulta un beneficio hacia el mundo microbiano favoreciéndose las condiciones químicas para la disponibilidad de algunos nutrientes. 

El sistema radicular tiene distintos tipos de raíces según la especie y, en general, las hay desde las muy gruesas (> 10 mm diámetro) que sirven de sostén y reserva, hasta las mas pequeñas, como lo son los pelos radiculares absorbentes (15 micras). Las más gruesas son órganos de reserva, mientras que las mas delgadas son eficientes en la toma de nutrientes y agua. Los pelos radiculares son grandes absorbedores de P y K y además tienen gran importancia para lograr una mejor intensidad de inoculación de agentes microbianos como micorrizas, trichoderma, etc. (Ruiz, et al, 2019).

La formación de nuevas raíces (laterales e inclusive los pelos radiculares) durante el desarrollo de la planta es un proceso interno del tejido controlado por las hormonas auxinas, mientras que otras como las giberelinas son inhibidoras del proceso. En cambio, para el crecimiento de las raíces, las giberelinas y los brasinoesteroides son las importantes. Las condiciones físicas, químicas y biológicas del suelo influyen en los procesos bioquímicos de la raíz (ej. baja temperatura o humedad) y así indirectamente pueden alterar la cantidad de masa radicular; pero, en todo caso, la hormona auxina dentro de la raíz siempre será el factor directo para formar nuevas raíces o las otras hormonas que inducen su crecimiento.

Por otra parte, el sistema radicular tiene una dinámica de crecimiento que va acorde con el desarrollo de la planta y su fisiología. En cultivos ornamentales, donde el proceso productivo de los brotes termina hasta antes de que abra la flor, el desarrollo radicular puede ser continuo desde que inicia el ciclo de producción. Se pueden presentar flujos de crecimiento, pero normalmente ocurrirán por perturbaciones inducidas que provocan una reacción hacia nuevas raíces, y de ahí la importancia de hacer un seguimiento de diagnóstico radicular integral al menos 2 veces en el ciclo.Los portainjertos son un factor importante en la producción de algunos cultivos ornamentales como la rosa y entre ellos hay diferencias en las características de su sistema radicular en varios aspectos: cantidad de masa de raíces, tipo de raíces, tolerancia a sequía, capacidad de absorción de nutrientes, tolerancia patógenos, sales o pH, etc. (Solís y Cabrera, 2014; Valquiria, et al, 2003). Para aprovechar las características del portainjerto utilizado es importante que se tenga la masa radicular adecuada en cantidad, funcionalidad y oportunidad, y ello se logra con el manejo integral de la raíz, por una parte, y del suelo, por otra. Es importante resaltar que a mayor vigor de portainjerto puede haber más vigor de la parte aérea, por lo que hay que vigilar el tema de fertilización para tener una planta equilibrada. 

El sistema radicular siempre está bajo la amenaza de ser afectado por factores del suelo o sustrato como: a) exceso o falta de humedad, b) presencia de sales, 3) desequilibrios nutricionales, 4) temperatura, y 5) presencia de patógenos, entre otros; pero también puede ser afectado por prácticas de manejo de la parte aérea. En rosas se tiene documentado que después de la cosecha hay mortandad de raíces que se pueden recuperar con buen manejo posterior de suelo, así como que las podas de brotes laterales reducen la velocidad de crecimiento de raíces y que defoliaciones reducen la actividad radicular en cantidad, crecimiento y longevidad (Fusch, 1986). Por todo lo anterior, es importante siempre tener una posición de manejo proactivo o anticipado hacia las raíces, ya que no es algo que está a la vista en el cultivo y de ocurrir un problema se estará en una posición de manejo reactivo para arreglar los daños, pero entonces ya se habrá afectado la producción. 

Asumiendo que hay una buena condición de suelo, las prácticas de manejo dirigidas a la raíz se centran en el uso de la hormona auxina para formar nuevas laterales (Fusch, 1986) y complementar con compuestos auxiliares la acción hormonal como extractos botánicos, quitosano, fósforo, fúlvico y otros. La formulación auxina debe aplicarse desde las primeras etapas en que se detecte actividad de raíces nuevas, sea al inicio de un ciclo, después de cosecha o podas; la dosis y posibles repeticiones de aplicación serán en función del estado del sistema radicular diagnosticado, elevándose en situaciones críticas. No es recomendable utilizar giberélico para buscar promover el crecimiento de raíces, porque el efecto negativo hacia la formación de nuevas raíces es drástico.

El tener un adecuado sistema radicular funcional durante el ciclo del cultivo, por manejo de la raíz y del suelo, permite una mejor condición nutricional e hídrica de la planta y con ello un desarrollo normal para la producción. Sin embargo, también se ha documentado que, al tener más masa radical por el manejo auxina de la raíz, se aumentan los tallos productivos, se reducen los ciegos y hay mayor tamaño del botón (Guesca, 2019).