Por: Angélica María Pardo López
angelicamaria30@angelica
A finales de 2018 escribí una columna que hablaba sobre el concepto del antropoceno. El antropoceno es una era geológica de reciente comienzo dominada por el ser humano y que se caracteriza por el sufrimiento y la desaparición masiva de otras especies por causa directa de su actividad. El antropoceno es, además, una crítica al desarrollo meramente antropocéntrico, es decir, el desarrollo en tanto y en cuanto beneficia al ser humano sin importar qué pasa con las demás especies. En el centro de todo está el ser humano y el uso de los recursos naturales y la intervención en el ambiente giran solamente en torno a él, que está a cargo de la administración del planeta, como lo han propuesto diferentes religiones y como lo hemos creído siempre.
Antes que nada, debe cambiar el punto de referencia. Desde campos como el de la ética se han propuesto ideas sobre las cuales ha habido avances, como reconocer derechos a diferentes entidades de la naturaleza. Pese a nuestro lamentable estado de conciencia colectiva, se puede decir que el evidente deterioro del medio ha obligado a repensar la forma en que nos relacionamos con los demás habitantes del planeta y cómo nos comportamos en esta casa común.
En medio de este panorama ya difícil de discernir ha surgido, como de la nada, la inteligencia artificial con todo su potencial y todas sus consecuencias apenas avizorándose muy lejos en el horizonte. De repente, todo tiene que ver con la inteligencia artificial: estudios, charlas, aplicaciones en todos los campos, cursos, bolsa de valores, aumento de la productividad, generación de códigos, voces, lenguaje y un largo etcétera que sería vano citar. Se espera que la medicina, el mercado laboral y múltiples campos de la vida sufran cambios radicales en cuestión de años. El desarrollo de la IA ya no es algo por lo cual se interesan solamente compañías privadas, sino que los gobiernos de potencias como China, Estados Unidos y la Unión Europea están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en ello, en una carrera parecida a la carrera armamentista que tuvo lugar a finales del siglo pasado.
Ahora bien, uno de los temores que ha despertado la rápida evolución de los diferentes modelos de inteligencia artificial es de carácter existencial. ¿Qué pasaría si la inteligencia artificial llegara a superar la inteligencia humana? ¿Qué pasaría si en algún momento se distanciara tanto que resultara imposible entenderla? ¿Qué pasaría si llegara a salirse de control? ¿A qué principios responde una fuerza con tanto poder? ¿Quién define esos principios? A esto muchos responden que nos debemos asegurar de que esta tecnología florezca bajo el supuesto del servicio a la humanidad. Que los modelos de inteligencia artificial deben estar codificados de tal manera que el principio “nunca hacer nada en contra de los humanos” esté siempre implícito.
Y frente a todo esto yo me pregunto: ¿dónde quedan todos los demás animales y seres de la naturaleza dentro de este panorama ultra-tecnológico? ¿Qué pasó con la crítica al antropocentrismo? ¿La emergencia de la inteligencia artificial resulta en un retroceso ético que vuelve a situar al ser humano en el centro de todo y a expensas de todo? ¿Significa este curso de eventos que nos adentraremos aún más profundamente en el mismo camino equivocado? ¿Pasamos entonces del problema irresuelto que plantea la era del antropoceno a un antropocentrismo recargado y aún más devastador por valerse de herramientas de inteligencia artificial?
