Por: Angélica María Pardo López
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En la edición N. 95 de la Revista Metroflor, es decir, hacia principios del año 2020, el apunte filosófico hablaba de una innovadora tecnología desarrollada por un joven holandés. Se trata del interceptor de plástico, un dispositivo que permite recoger de manera pasiva los desechos que flotan en los ríos antes de que desemboquen en el océano. El objetivo del proyecto es impedir que la basura de los 1000 ríos más contaminantes del planeta llegue al mar.
En el momento del apunte referido, la tecnología se estaba estrenando en Yakarta, la capital de Indonesia. Hoy en día se han instalado 11 interceptores, cada uno de ellos ajustado a las necesidades de cada uno de los ríos sobre los que opera. Hay un interceptor en Indonesia, dos en Malasia, uno en Vietnam, uno en República Dominicana, tres en Jamaica, uno en Los Ángeles y uno en Guatemala.
Sobre este último, cuyo diseño se desarrolla hace ya tres años y que aún está en su fase piloto, es del que quiero hablarles esta vez.
El río en cuestión es el Río Las Vacas, uno de los afluentes del Río Motagua, el mayor río de Guatemala. El Motagua nace al interior de Guatemala y desemboca en el Mar Caribe, en la frontera con Honduras. En sus riberas viven cerca de cuatro millones de personas. Su contaminación es un tema que ha causado, como es de esperar, problemas entre ambos países. Se estima que el Río Motagua deposita anualmente en el Mar Caribe una cantidad de 20.000 toneladas de plástico, es decir, el 2% de toda la contaminación fluvial del mundo.
El Río Las Vacas está ubicado en las proximidades de un relleno sanitario cuya basura termina parando en el río cada vez que llueve. Con las crecidas del río, algunos se refieren al fenómeno como un “tsunami de basura”. Sumado a estos residuos sólidos provenientes del relleno, hay un gran problema de disposición de residuos agrícolas e industriales, por lo cual la situación del cuerpo hídrico es verdaderamente seria.
El Interceptor del Río las Vacas es una especie de gran malla de acero de 50 metros de ancho por 8 de alto que impide el paso a los residuos sólidos flotantes pero que no impide el fluir del agua. Es como un gran colador que se instala en el lecho del río en época seca. Cuando empiezan las lluvias y el río aumenta su caudal, toneladas de plástico y de basura van quedando rápidamente atascadas. Una vez el caudal disminuye, un equipo acude al lugar con los equipos necesarios (camiones y excavadoras) para retirar el material interceptado.
A pesar de que el Interceptor piloto es colosal, cuando se ensayó por primera vez (a principios de junio) no aguantó más de tres minutos la inmensa presión ocasionada por el peso de la basura acumulada. Los ensayos siguen y se espera que próximamente el Río las Vacas deje de contaminar el Río Motaguas y, con ello, el Mar Caribe.
Es claro que este trabajo no puede hacerse de forma aislada, requiere un esfuerzo coordinado con la administración pública y la ciudadanía, pues de nada sirve trabajar en las desembocaduras de los ríos si la gente y las industrias siguen disponiendo inadecuadamente los residuos que generan y continúan teniendo una actitud indiferente frente a este grave problema ambiental.
Todos los interceptores que se han instalado en los países al principio mencionados han contado con la cooperación de entes gubernamentales. Ojalá acá en Colombia alguien tuviera la iniciativa de poner uno de estos interceptores en los vergonzosos ríos Bogotá y Cauca, que desembocan en el Magdalena y ocasionan, también, inmensos daños ambientales y económicos.