Por.  I.A. M. Liliana Sánchez Martín
Directora Técnica SYS Technologies

La historia que conocemos del origen de la Tierra y de la vida en ella evidencia que la edad de la Tierra es de 4600 millones de años y que hace 3500 millones de años ya existían una gran diversidad de bacterias, es decir que la vida pudo originarse hace unos 3500 millones de años. Lo que hasta hoy se conoce es que las bacterias constituyeron las primeras formas de vida y fueron las únicas habitantes durante más de la mitad del tiempo de la edad conocida de la Tierra. En esta línea del tiempo, aparece evidencia de un fósil protista millones de años después. Se estima que las primeras algas son del Mesoproteozoico, aproximadamente hace 1500 millones de años. La diversificación de las algas rojas fue hace 1200 millones de años y la diversificación de las algas verdes hace 1000 millones de años. 

Un estudio británico publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science indica que el momento del origen de las plantas terrestres es de 100 millones de años antes de lo que solo hasta hace poco se conocía como 420 millones de años, es decir, hace 520 millones de años. Los insectos han habitado la tierra desde antes de la época de los dinosaurios. Se considera que los insectos más antiguos aparecieron en el Devónico superior, hace 425 a 385 millones de años. El género Homo apareció hace 2,4 millones de años y nuestra era inicia apenas hace 2020 años.

El hecho de que las plantas hayan tenido mucho más tiempo para desarrollarse, adaptarse y superar incluso la extinción, me lleva a pensar si efectivamente la capacidad de percepción de los humanos nos ha permitido observar y entender las capacidades de las plantas para superar y defenderse de todos los factores adversos a su alrededor.

Vale la pena pensar si la “inteligencia humana” no ha dejado de lado la capacidad de observar, más allá de lo obvio. Para no ir más lejos, a finales de los años 70, Peter Tompkins y Christopher Bird revolucionaron en su época con su libro ‘La vida secreta de las plantas’, por atreverse a declarar la maravillosa evidencia de la comunicación de las plantas y su interrelación con el estado anímico y sensorial del hombre y su entorno. En este libro los autores exponen diversos experimentos que demuestran la comunicación de las plantas entre ellas y con su entorno, así como su relación electromagnética con el medio donde se encuentran. Hablan de los pesticidas radiónicos, lo cual hizo que se resintiera la industria   norteamericana de insecticidas y por muchos años se desacreditó el uso de la nueva tecnología radiónica.

Recientemente, científicos del Instituto de Física Aplicada de la Universidad de Bonn en Alemania afirmaron que las planta perciben cuando son cortadas o lastimadas y que se estresan. Sostienen que las plantas, cuando estas son heridas o cortadas, emiten gases y ondas sonoras que no son percibidas por el oído humano.

La bióloga Monica Gagliano es profesora asociada de investigación en ecología evolutiva y ex becaria del Consejo de Investigación de Australia. En la Facultad de Ciencias de la Vida y del Medio Ambiente ha establecido el nuevo Laboratorio de Inteligencia Biológica como parte de la iniciativa de Inteligencias Diversas de la Templeton World Charity Foundation. Durante la última década, ha abierto el camino para un nuevo campo llamado bioacústica de plantas, que muestra que las plantas hacen sonidos; y al demostrar experimentalmente que el aprendizaje no es competencia exclusiva de los animales, ha vuelto a encender el discurso sobre la subjetividad de las plantas y su posición ética y legal. Sus estudios la han llevado a escribir numerosos artículos científicos innovadores y a coeditar The Green Thread: Dialogues with the Vegetal World (Lexington Books, 2015); The Language of Plants: Science, Philosophy and Literature (Minnesota University Press, 2017) y Memoria y aprendizaje en plantas (Springer, 2018). Su investigación trasciende la visión de las plantas como objetos del materialismo científico y nos anima a repensar las plantas como personas-seres con subjetividad, conciencia y volición, y por lo tanto tienen la capacidad de sus propias perspectivas y voces. En su último libro, ‘Así habló la planta: un notable viaje de descubrimientos científicos innovadores y encuentros personales con plantas’ (North Atlantic Books, 2018), que ella llama una “fitobiografía”, describe sus experimentos, que abrieron el espacio para comenzar a comprender cómo hacer contacto con esta inteligencia, aunque no sea humana. (Más información: www.monicagagliano.com)

En uno de sus experimentos, Monica Gagliano detectó sonidos provenientes de una planta de maíz, sonidos que se emitían a una frecuencia muy baja, de 220 hz cuando las burbujas de aire pasan por los conductos que llevan agua y nutrientes a la planta. Estos sonidos se captaron gracias a un equipo especializado que los científicos colocaron muy cerca de la planta, por lo que era muy difícil que un humano los escuchara en circunstancias normales, teniendo en cuenta que las raíces están bajo tierra. Para comprobar si este sonido era perceptible por otras plantas, lo reprodujeron a diferentes frecuencias ante un ejemplar de la misma especie. “La planta de maíz demostró tener una sensibilidad selectiva hacia los sonidos emitidos en la misma frecuencia en la que ella los produce, pero no hacia frecuencias más bajas ni más altas que esa”, explica Gagliano. 

Gracias a la técnica de timelapse (series de fotografías reproducidas como una película a gran velocidad), los científicos apreciaron que las raíces de la planta se doblaban en dirección hacia la fuente de sonido a 220hz. “Todavía no podemos explicar por qué lo hace, pero sabemos que algo está pasando a esa frecuencia que genera una respuesta en la planta” afirma Gagliano.

Imagen 1. La planta de maíz dobla sus raíces en dirección a la fuente de sonido / Monica Gagliano Ilustración tomada de http://esmateria.com/2013/07/20/el-oido-de-las-plantas-desata-la-polemica/.

Realmente nos falta mucho por descubrir acerca del reino vegetal. Hasta ahora se conoce que ante condiciones especiales del entorno, las plantas producen mayor cantidad de metabolitos secundarios que promueven la formación de proteínas y sustancias químicas para defenderse de insectos y patógenos, así como para superar condiciones ambientales desfavorables. ¿Podríamos llamar a esto inteligencia de las plantas?, aún falta información para comprobar si esta capacidad de defenderse puede llamarse inteligencia. En la actualidad la industria suministra estimulantes orgánicos y metabolitos que son extraídos de las plantas que las producen y que han sido identificados como antagonistas a insectos y patógenos. Según sean sus rutas biosintéticas se han incluido en tres categorías los compuestos secundarios de las plantas que son de interés comercial: terpenos, compuestos fenólicos y compuestos nitrogenados (Chinou 2008). Los terpenos se forman por la polimerización de unidades de isoprenos y esteroides (Sarin, 2005) y se dividen en seis grupos: monoterpenos, sesquiterpenos, diterpenos, triterpenos, tetraterpenos y esteroles, dentro de los cuales se encuentran carotenos, glicósidos cardiotónicos y taxol, entre otros (Shilpa et al., 2010). Entre los compuestos fenólicos se incluyen los ácidos fenólicos, cumarinas, flavonoides y taninos. Los compuestos nitrogenados son principalmente los alcaloides y glucósidos cianogénicos. Los alcaloides son un diverso grupo de compuestos con cerca de 4 000 estructuras conocidas. Todos ellos hacen parte del arsenal de las plantas para defenderse en circunstancias específicas. 

SYS Technólogies, con su compromiso ambiental e innovador, ha desarrollado en los últimos años alternativas nutritivas y fitoprotectantes que favorecen la nutrición de los cultivos a la vez que estimulan la capacidad de defensa de las plantas ante patógenos y plagas. Es así como desarrolló Fertizeb, un fertilizante de la Línea Orgánica SYS que aporta metabolitos obtenidos a partir de la degradación de extractos vegetales. Estos metabolitos actúan como inductores de resistencia a patógenos y mejoran la respuesta de la planta ante deficiencias nutricionales por su aporte de fosforo y potasio, así como por los componentes orgánicos que actúan en la superficie foliar mediante el reconocimiento de receptores de membrana, lo que permite activar en la planta enzimas específicas que participan en la inducción de proteínas de defensa.

Bibliografía