Por: I.A. Camilo W. Echeverri Erk
Consultor independiente
Cali, Valle del Cauca

El calentamiento global (CG), las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación ambiental y el agotamiento de los recursos no renovables son algunos de los temas que ocupan cada día un lugar más importante entre las principales preocupaciones de quienes piensan en el futuro de la humanidad en este planeta. 

Todos los expertos coinciden en que es innegable que la temperatura en la tierra presenta una clara tendencia al aumento, la cual parece haber iniciado hace doscientos años. Se tienen datos que corroboran que ha habido un aumento de alrededor de 0,5 grados centígrados en los últimos 150 años. Al aumento de temperatura se atribuyen la mayor incidencia de fenómenos climáticos como el exceso o la falta de lluvias, los huracanes y tornados y el derretimiento del hielo en los polos, con la consecuencia de un aumento gradual en el nivel de los mares, el cual pone en riesgo las ciudades costeras. Todos estos fenómenos se atribuyen a lo que se ha dado en llamar “cambio climático”, un concepto que es cada vez más utilizado y aceptado en todas las esferas de la sociedad.

En lo que no coinciden todos los expertos es en las causas del CG. Como lo expuse en una columna anterior, un grupo importante de estudiosos del tema atribuye el fenómeno al aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera como producto de las emisiones producidas por la quema de combustibles fósiles, las industrias y otras actividades humanas como la ganadería. Hay, sin embargo, un movimiento creciente que ha comenzado a cuestionar con bases científicas la teoría del CG ocasionado por los gases de efecto invernadero. Este grupo disidente de expertos sostiene que el clima de la tierra ha presentado cambios de temperatura, algunos de ellos extremos (tanto hacia arriba como hacia abajo), durante toda la historia del planeta, y que el actual incremento de temperatura no está relacionado con las emisiones de CO2, uno de los gases de efecto invernadero. Para ello se basan en hechos que corroboran que en el pasado nuestro planeta tuvo épocas de temperaturas mucho más altas que las actuales, como las que se presentaron durante 3.000 años en la edad de piedra, en el periodo conocido como el “holoceno máximo”. Existen registros de temperaturas más altas que las de hoy en día en tiempos mucho más recientes, como el medioevo. También se han presentado momentos de climas mucho más fríos. Como ejemplo se menciona la “pequeña edad de hielo” que ocurrió en el siglo XIV, durante la cual se presentaron inviernos tan fríos que se congelaron por completo las superficies de los ríos Támesis y Ebro en Europa durante largos periodos. 

Teniendo en cuenta que estos cambios históricos de temperatura se presentaron mucho antes de la aparición de la actividad industrial y el uso de combustibles fósiles, un grupo importante de científicos de varias partes del mundo se viene cuestionando seriamente la relación entre las emisiones de CO2 y el CG. Revisando datos desde inicios del siglo XX, encontraron que el mayor aumento de temperatura se dio en las primeras dos décadas, mucho antes del gran desarrollo industrial que se produjo con posterioridad a la segunda guerra mundial. Por el contrario, durante el “boom” económico de la posguerra, las temperaturas, según estos expertos, bajaron en lugar de subir como efecto de las actividades industriales, a pesar del incremento exponencial en las emisiones de CO2.  Los estudios muestran que la temperatura vuelve a subir durante la recesión económica del inicio de los años setentas, en los cuales se deprimió la actividad industrial. Los estudios mencionados corroboran que no existe una relación directamente proporcional entre el aumento de las emisiones de CO2 y el aumento de la temperatura en la tierra, y que, al contrario, la relación entre estos dos factores ¡es inversa! Más aun, mediante estudios de paleo-climatología, a partir del análisis de núcleos de hielo extraídos de los polos, se ha establecido que los aumentos de temperatura en la tierra anteceden a los incrementos de CO2 en la atmósfera en aproximadamente 800 años, es decir, que la temperatura determina el incremento del CO2 en los siguientes 800 años, y no al contrario. Existen entonces, para los científicos que comparten esta corriente, suficientes evidencias para sostener que el incremento de las emisiones de CO2 tiene un efecto mínimo sobre el CG. De acuerdo con esta teoría, la actividad humana sobre la tierra no es la culpable del calentamiento de ésta, máxime si se considera que las emisiones de CO2 se dan en mayor medida por el intercambio que se presenta de este gas entre la superficie de los océanos y la atmósfera: se estima que los océanos emiten anualmente alrededor de 80 giga-toneladas de CO2 frente a unas 7 giga-toneladas producidas por el hombre en el mismo período. Al aumentar la temperatura en la superficie del océano se libera más CO2, mientras que, cuando esta disminuye, los océanos capturan CO2, en vez de liberarlo a la atmósfera. Nuevamente, la temperatura condicionando las emisiones de CO2, y no al contrario.

Otro hecho en el que se basan algunos de estos expertos para restarle importancia a las emisiones de CO2 en relación con el CG es que, si los gases de efecto invernadero se acumulan en la troposfera, la temperatura de esta capa de la atmósfera debería ser mayor que la de la superficie terrestre, y no lo es. Añaden que el vapor de agua representa el 95 % de los gases de efecto invernadero, mientras que el CO2 representa solo el 0,054 % de la atmósfera.

Finalmente, en cuanto al derretimiento de los polos debido al “cambio climático”, los científicos de esta nueva corriente sostienen que hace 1.000 años las temperaturas en Groenlandia eran más altas que las actuales y no hubo deshielo. Estudios realizados en el “permafrost” de los bosques de Rusia evidencian que hubo un mayor derretimiento de hielo hace siete a ocho mil años y no hubo un aumento en el deshielo. De acuerdo con esta teoría, el aumento en el nivel de los mares no se debe al deshielo, sino a expansiones termales de los océanos. Por otro lado, el desprendimiento de bloques de hielo en los polos es un fenómeno normal que ocurre todos los años en primavera.

Entonces, ¿a qué se atribuye el calentamiento de la tierra? La respuesta para los seguidores de esta teoría es sencilla: a la actividad solar. A través de estudios de las “manchas solares”, campos magnéticos que se producen en momentos de alta actividad del astro rey, que se han podido estudiar a lo largo de la historia. El comportamiento de estas “manchas solares” durante los últimos 400 años ha permitido concluir que existe una relación directa entre la aparición de estas y el aumento de la temperatura en la tierra. Se ha podido determinar que la actividad solar se incrementó durante el siglo XX, con respecto a épocas anteriores, lo cual coincide con el CG que se ha venido produciendo en los últimos 200 años. En conclusión, de acuerdo con esta teoría, el sol es el responsable del CG; el CO2, por el contario, es irrelevante.

Un número importante de seguidores de esta nueva corriente de pensamiento considera que el “cambio climático” es una ideología política, aprovechada por grupos de investigación que buscan crear pánico para conseguir fondos para sus actividades. Algunos atribuyen la politización del tema a Margaret Thatcher, primera ministra británica, quien promovió el desarrollo de la energía nuclear para disminuir la dependencia del carbón y el petróleo, responsables de crisis en los años setentas (crisis del petróleo y huelga de mineros que produjo la caída de un gobierno). Thatcher financió estudios de la “Royal Society” para confirmar la relación entre las emisiones de CO2 y la temperatura en la tierra, lo cual hablaba en favor del desarrollo de energías alternativas. En 1988 el Instituto Británico de Meteorología creó la unidad de modelos climáticos que dio paso posteriormente a la creación del “Panel Intergubernamental de Cambio Climático” – IPCC, por su sigla en inglés, instaurado por la Organización de Naciones Unidas, un organismo eminentemente político. Se cuestiona que muchos de los 2.500 integrantes de este panel no son científicos y que el “cambio climático” es un gran negocio, una religión que tacha de herejes a los que no comulgan con la teoría del calentamiento ocasionado por las emisiones de gases de efecto invernadero. Cabe también preguntarse cuáles consideraciones geopolíticas se puedan esconder detrás de este negocio.

Son dos caras de una misma moneda. Dejo en sus manos la decisión de cuál es la más creíble.