Por: Redacción Metroflor

Este mes de mayo tiene lugar una fiesta muy importante para el sector floricultor: el día de las madres. El mundo entero les regala flores en reconocimiento a su cariño y el esfuerzo que han puesto en la crianza y educación de sus hijos.

Esta vez decidimos entrevistar a una mujer que ha trabajado durante toda su vida en la floricultura. Se trata de Leonilde Arévalo, una mujer de radiante y benévola sonrisa cuya vida, desde los 19 años, ha transcurrido bajo los invernaderos y quien ha aprendido -desde ceros y hasta convertirse en una experta- cada uno de los procesos que se llevan a cabo en la producción de flores.

Leonilde Arévalo Rodríguez, madre de tres hijos y abuela de cuatro nietos, es supervisora de rosas en la finca “El Rocío” del grupo Sunshine, donde trabaja hace más de 33 años. Conocimos a Leonilde en la graduación del Curso de Actualización de Supervisores de Flores Adama-Sunshine 2022 y, entre todas las mujeres con las que tuvimos la oportunidad de hablar, Leonilde era la que tenía más experiencia trabajando en flores.

Inicios

Leonilde es de Ubaté y nació en el seno de una familia campesina. A los 11 años vino a vivir a Bogotá con su hermano, quien compró una panadería en la ciudad y necesitaba ayuda para hacerse cargo de ella. Cumplidos los 19 años empezó a buscar trabajo en varias fincas de flores, una de las cuales fue Induagrícola (hoy El Rocío). La psicóloga que la entrevistó le manifestó que no creía que su perfil se acomodara a las necesidades de la finca, sin embargo, Leonilde le pidió que le diera la oportunidad de trabajar argumentando que su desempeño sería bueno puesto venía del campo y sabía a qué se enfrentaba. Desde entonces y hasta el día de hoy, nuestra protagonista ha prestado sus servicios en dicha finca, acumulando más de 33 años de experiencia y convirtiéndose en la mujer y madre con mayor trayectoria laboral de esa unidad productiva.

La primera labor de la que se ocupó fue el desyerbe, que ejecutó durante un mes. Ese trabajo era muy duro y estuvo a punto de desertar. Sin embargo, el ambiente de camaradería que existía y las múltiples oportunidades de compartir con sus compañeros de trabajo la hicieron desistir de la idea. Después, durante un año y medio se dedicó al riego, una tarea que hoy en día se asigna exclusivamente a los hombres y que ella llevó a cabo sin problema. Terminado este periodo se le asignaron 20 camas de Alstroemeria; pasó entonces a desarrollar todas las labores culturales, desde el corte y el desbotone, hasta el desyerbe y el peinado.

De estas épocas de inicio nos contó varias anécdotas simpáticas. Una de ellas es que recién entrada a la finca el supervisor le pidió que le trajera un ‘burro’ refiriéndose a un banco de madera. Puesto que había un potrero que colindaba con la finca, Leonilde creyó que debía ir a traer un animal a su jefe y allá fue a dar buscando el bendito burro.

Supervisora de Alstroemeria y de Rosa

Después de dos años y medio haciendo labores culturales, su jefe Francisco López le propuso ser supervisora. Ella lo dudó por la responsabilidad que implicaba, sin embargo, aceptó el reto. Fue así como quedó con 30 personas y 100 camas a su cargo, de todo lo cual debía responder. Leonilde ha sabido, desde entonces, sortear todas las situaciones problemáticas -en especial las relacionadas con el personal- con el apoyo de sus jefes. Todo transcurrió perfectamente durante 8 años, después de los cuales, ya entrado el 2000, pasó a desempeñarse como supervisora de rosa, donde tiene un número similar de personas y camas bajo su responsabilidad.

En palabras del ingeniero Yesid Figueredo, su actual jefe, Leonilde es una persona maternal, comprometida y empática que genera confianza y seguridad en su área. Es una líder natural que tiene acogida entre la gente y se adapta fácilmente al cambio y ayuda a su equipo a lograrlo. Así mismo, es dedicada, incansable y, lo más importante de todo, le duelen las flores, está comprometida con que todo salga como debe ser.

¿Trabajar o no trabajar en flores?

Para Leonilde, el trabajo en flores ha sido duro por el sol y las diversas tareas que se deben ejecutar, pues se necesita mucho cuidado, precisión y constancia. Además, los horarios son muy exigentes, especialmente en las temporadas altas, donde varias veces ha completado más de 15 horas de trabajo. No obstante, está muy agradecida porque ha tenido estabilidad laboral y gracias a su trabajo en flores compró su casa, levantó a sus tres hijos y les dio la oportunidad de estudiar.

Otra de las cosas que agradece Leonilde es la permanente capacitación que ha recibido en el trabajo. Además de los múltiples cursos y charlas, participó en un programa que, gracias a una alianza que la compañía había hecho con una fundación, le permitió terminar el bachillerato en la finca.

En opinión de nuestra protagonista, quien trabaja en flores tiene muchas posibilidades de estudiar y ascender, por lo cual al ser preguntada sobre qué aspecto se puede mejorar para el bien de los trabajadores, responde que más que mejorar algo, lo que se debe hacer, por parte del mismo trabajador, es aprovechar las oportunidades que tiene una vez enrolado. 

Metroflor desea a Leonilde y a todas las madres de la floricultura un feliz día y les agradece por su dedicación, trabajo duro y cariño, sin los cuales el progreso de las flores no sería en modo alguno posible.