Por: Angélica María Pardo López
angelicamaria30@gmail.com

Hace algunos días estaba navegando en una de mis redes sociales, LinkedIn, y me llamó la atención una publicación de “The Ocean Cleanup”, la iniciativa que desde hace años sigo y apoyo y que se dedica a sacar el plástico que durante décadas la humanidad ha vertido en los océanos. La publicación hablaba de las muchas empresas que hoy en día hacen parte de diferentes sectores de la “Economía Azul”.
Puesto que me llamó la atención el término, me puse a investigar un poco y encontré que comúnmente se hace referencia a la economía azul cuando la actividad económica de la que se trata se desarrolla en el océano, pero, además, se ejecuta de un modo que no sea dañino para el medio ambiente. Piscicultura sostenible, generación de energía eólica en el mar, turismo ‘ecológico’, biotecnología, etc., son algunos de los ejemplos que aparecen de inmediato cuando indaga uno por la economía azul.
Sin embargo, investigué un poco más y pude conocer que el concepto es mucho más amplio y profundo que eso. De hecho, hay un grave malentendido, quizá causado por el nombre.
A la economía azul le puso nombre un economista y emprendedor belga que se llama Gunter Pauli y con ‘azul’ lo que quiso fue poner distancia al concepto de ‘economía verde’ que, aunque aspira a la sostenibilidad, no abandona el paradigma de que para que algo sea bueno en el mercado debe ser barato, lo cual lleva a un callejón sin salida.
Pauli describe la economía azul como ‘trabajar con lo que hay y agregar valor para solucionar una necesidad inmediata’. No podemos esperar a tener la tecnología complicada y cara que creemos que necesitamos para empezar a solucionar. Tampoco podemos esperar años para abordar un problema. Hay que hacer algo concreto y hay que hacerlo ya. Y lo que permite que esto sea posible es la comprensión de la situación y la utilización del ingenio, de la creatividad, sin que para esto sea una limitante el medio en que discurre la actividad.
Pauli ha trabajado en cientos de casos alrededor del mundo y ha aplicado el ingenio a multitud de situaciones diferentes donde se han resuelto problemas concretos. Incluso en nuestro país se han desarrollado varios proyectos que han servido para reforestar hectáreas y hectáreas de selva tropical, tratar con éxito enfermos de lepra con larvas al tiempo que se desarrollan las industrias piscícola y avícola locales y se impulsa el compostaje; y enfrentar la minería ilegal a través de la producción de papel piedra, la recuperación de las fuentes hídricas y del entorno.

Uno de los casos que más me gustó es el de una isla muy lejana que se llama Zanzíbar. Allí había un gran problema de pobreza porque la gente, que vivía de la pesca, había estado desarrollando esa actividad de forma demasiado agresiva por mucho tiempo (por ejemplo, pesca con dinamita). Debido a ello el suelo marino se había erosionado gravemente y las poblaciones de peces habían casi desaparecido. Prohibir la pesca para proteger los arrecifes no era una opción, porque lograr esto toma años, décadas, y la gente, que tenía hambre e hijos, no podía esperar. Una solución de años no era una solución para ellos.
Entonces pensaron qué podían hacer y concluyeron que una buena idea era cultivar algas. Las algas pueden crecer en un periodo de tiempo muy corto -semanas- y se pueden utilizar de muchas formas (producción de bioestimulantes, dentífricos, lociones, jabones, etc.). La actividad genera muchos empleos (hoy hay más de 23.000 personas trabajando en esto, la mayoría mujeres, antes muy vulnerables), con lo que se soluciona el problema más urgente. De forma paralela a este proyecto se tomó la decisión de que solo se podría hacer pesca de ejemplares machos. Esto, sumado a los bosques de algas (que ofrecen refugio a los alevines) permitió que las poblaciones de peces se recuperaran. Por otra parte, la barrera natural formada por las algas ayudó, así mismo, a que los arrecifes estuvieran más protegidos y se recuperaran más rápidamente. Esto es una solución ecosistémica, una solución que no necesita mucha tecnología, mucho tiempo, ni mucho capital. Lo que necesita es comprensión e ingenio.
Recomiendo con entusiasmo al público de Metroflor la lectura de los libros de Pauli y mirar sus charlas y entrevistas en el Internet. En adelante estaré utilizando el espacio de esta columna para exponer casos de economía azul, en especial aplicados al ámbito agrícola. ¡Hasta pronto!



