Por: Guillermo Cruz
Especialista en patología vegetal

Dentro de la amplia biodiversidad que hace parte de la biota del suelo encontramos  microorganismos como las bacterias, hongos, algas, fauna y, en menor medida, (sobre todo en células vivas) los virus. Dentro de las múltiples funciones de estos microorganismos están la formación del suelo, el crecimiento vegetal y el ciclo del carbono.

La presencia de estos habitantes naturales determina que, a mayor proporción y diversidad de estas poblaciones, mayor es la biodiversidad del suelo y, por lo tanto, mejor composición y caracterización tendrá. 

Las interacciones complejas entre la biota del suelo y el carbono orgánico son de vital importancia para la estabilidad del ecosistema y la agricultura sostenible, ofreciendo las mejores condiciones como sustrato nutricional y de sostenibilidad a las plantas.

La materia orgánica del suelo cumple un papel fundamental en esta cadena biológica, ya que es el almacén de energía y nutrientes utilizados por las plantas y otros organismos. Las bacterias, hongos y otros organismos transforman y liberan nutrientes de la materia orgánica, cuyo componente fundamental es el humus, que tiene una fracción activa que determina la porción disponible tanto para la planta como para los organismos.

Debido a las condiciones que ofrece el suelo como sustrato facilitador y catalizador de los procesos de reproducción para hongos superiores e inferiores -indistintamente de que sean estos favorables o no a la composición del suelo y a las raíces- se genera el llenado biológico en el suelo. El llenado biológico del suelo tiene la capacidad (por efecto de competencia) de regular la dinámica poblacional de los microorganismos patógenos, en cuanto sea mayor la proporción la población de microorganismos favorables sobre los nocivos e infectivos para las plantas.   

Los beneficios que trae consigo la complejidad del suelo se ven reflejados, entre otros, en la afección a la dinámica poblacional de las enfermedades en su etapa reproductiva, ya que va a haber más organismos que pueden competir con los organismos causantes de enfermedades. Habrá competencia entre ellos por comida, por ejemplo, generándose metabolitos que son tóxicos o inhibiendo la reproducción de los patógenos. La composición y biodiversidad de la biota del suelo cumple un papel fundamental en la regulación de la reproducción de las poblaciones de los hongos patógenos dentro de los procesos iniciales infectivos de las enfermedades en la planta.

Dentro de los organismos componentes del suelo (hongos, bacterias, etc.) hay unos que ofrecen favorabilidad fisiológica a las raíces (el cerebro de las plantas) y otros que se establecen en ellas ocasionando daños fisiológicos irreversibles en el tejido vegetal y ocasionando afección fisiológica a la planta y, en general, a los cultivos. 

Allí es cuando el aporte de compuestos biológicos, orgánicos y de microroganismos a la composición del suelo -proceso de llenado biológico-, así como las prácticas de biorremediación y recomposición de suelos, son herramientas altamente eficaces en la regulación de la dinámica poblacional de las enfermedades en su etapa más sensible y agresiva, que es su reproducción, facilitando de una manera noble y favorable al medioambiente los manejos fitosanitarios y, por consiguiente, el control de las enfermedades.