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Por: La Directora

Solo unos pocos meses después de haber pasado por un fuerte periodo de sequía que ocasionó que, en varias ciudades, incluida la capital, se impusiera racionamiento de agua por más de un año, entramos a una temporada de lluvias para la que tampoco estamos preparados. 

De acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales – IDEAM, son más de 800 las ciudades que a principios de este mes de mayo tienen algún tipo de alerta. Se cierne un peligro inminente de deslizamientos de tierra, inundaciones y desbordamiento de ríos en cientos de municipios. Una triste paradoja, dado que hace tan poco la preocupación no eran las lluvias, sino la falta de ellas.

De forma muy clara, la directora del IDEAM ha explicado sobre esta temporada de lluvias que no se trata de nada extraordinario. No se alcanzó a consolidar el fenómeno de la Niña y lo que estamos presenciando es el comportamiento pluvial normal de los meses de abril y mayo, meses en los que históricamente las lluvias incrementan.

La razón de que Colombia sucumba por la temporada de sequías, para a continuación desfallecer por la temporada de lluvias es solamente una: nuestro atraso en infraestructura, nuestro subdesarrollo. Un estudio de la Universidad Javeriana afirma, por ejemplo, que la infraestructura hidrológica de Bogotá presenta un atraso de 60 años, un atraso representado en uso de materiales inadeacuados, mal manejo de los humedales, inexistente capacidad de almacenamiento de aguas lluvias, escaso tratamiento de aguas residuales y, en general, una gestión muy insuficiente del recurso hídrico. 

También somos muy vulnerables en tiempos de sequía. No solo vivimos un largo racionamiento de agua, sino que el racionamiento de energía fue, durante todo el año pasado, una posibilidad latente. Esto sin mencionar los incendios forestales.

Recuerdo aún con indignación la desfachatez de los gobernantes cuando, el año pasado, después de grandes aguaceros, decían que “llovía, pero no donde tenía que llover” aludiendo a que los fuertes chaparrones caían en las ciudades y no en las represas, que es “donde necesitamos que llueva”. Semejantes afirmaciones no son más que muestras de su incompetencia. Si se avanzara en infraestructura y se gestionara adecuadamente el recurso hídrico en época de abundancia, no tendríamos problemas de abastecimiento en momentos de escasez y se disminuirían en gran medida los riesgos de derrumbes y desbordamientos en momentos de altas precipitaciones. Sin embargo, el cambio climático ha servido de carta blanca para excusarlo todo. No normalicemos nuestro atraso.

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