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Detrás de cada flor que cruza fronteras hay una historia de cuidado invisible: el de miles de madres, suelos sanos y una industria que florece con baja huella de carbono.

Por: I.A. Andrés Useche
Vicepresidente región Andina
Yara Colombia

Cada Día de la Madre, millones de flores colombianas llegan a manos de quienes nos dieron la vida. Pero lo que pocos saben es que ese gesto sencillo encierra otro regalo, silencioso y profundo: el de una industria que transforma comunidades, protege los suelos y enriquece al país desde sus raíces.

Colombia es el segundo mayor productor de flores del mundo y tiene un crecimiento del 13% en exportaciones en 2025. Además, en 2024, se registró un aumento del 10% en las exportaciones de flores para el Día de la Madre [1]Exportaciones de flores colombianas aumentan en un 10% en el Día de la Madre. Estas cifras son posibles gracias a un sector comprometido no solo con la productividad, sino con el bienestar de quienes cultivan cada flor.

El sector floricultor colombiano genera más de 200,000 empleos formales, según cifras de Asocolflores [2]Inicio – Asocolflores, y muchos de estos empleos son creados en comunidades rurales que encuentran en esta actividad una fuente de desarrollo económico y estabilidad. Las flores que producen nacen de tierras bien nutridas, en cultivos donde la innovación y la sostenibilidad ya no son promesa, sino realidad, una realidad que también impulsamos desde Yara Colombia con soluciones responsables para la nutrición de cultivos.

En este contexto, los fertilizantes con baja huella de carbono producidos en Colombia son aliados silenciosos que garantizan la salud del suelo y la calidad del cultivo, con prácticas responsables que reducen el impacto ambiental y fortalecen la resiliencia de las fincas frente al cambio climático. Este sector es uno de los más conscientes en el uso de estos fertilizantes, lo que demuestra que es posible cultivar belleza con responsabilidad.

“Regalar flores es regalar vida, porque detrás de cada una hay una tierra que se recupera, comunidades que avanzan y un campo que apuesta por prácticas más sostenibles. Es un gesto que conecta belleza en cada pétalo y propósito en cada raíz”, afirma Andrés Useche, vicepresidente Yara Región Andina.

Hoy, las flores colombianas representan mucho más que belleza: son símbolo de una economía que florece con raíces profundas en el campo y en la sostenibilidad. Son un recordatorio de que lo que hacemos como compañía realmente importa.