
Por: Camilo Echeverri Erk, I.A.
Para el título de esta columna me inspiré en el libro “La Explosión Controlada” de Alejandro Gaviria (editorial Debate, 2023), el cual le recomiendo leer a quien quiera entender un poco la sicología del presidente Gustavo Petro – si eso es posible -, sus falencias como líder de su equipo de trabajo, su estilo de gobierno improvisado y errático y algunas de las razones por las cuales no ha alcanzado los objetivos que se propuso al inicio de su gobierno (tal vez ya no los alcance).
Voté por Gustavo Petro, pero no soy de los arrepentidos. Creí en su propuesta de cambio y confié en que había aprendido de sus errores de su paso por la alcaldía de Bogotá y que aprovecharía su amplia experiencia como senador para tender puentes que le permitieran un apoyo en el congreso para su programa de gobierno. Pasé rápidamente de un entusiasmo inicial a la sorpresa y al desconcierto ante sus primeras muestras de cambio de rumbo, llegando a un estado de decepción total ante su fracaso como gobernante.
Había decidido no volver a escribir sobre Petro en esta columna para no cansar a los amables lectores, pero su famoso consejo de ministros televisado del 4 de febrero pasado me hizo cambiar de opinión. A mi parecer, lo que vimos en ese patético ‘reality’ confirma que el presidente perdió el control de su gabinete, si alguna vez lo tuvo, y demostró una vez más, en vivo y en directo, sus limitadas capacidades para liderar a su grupo de colaboradores más cercanos. Pensé en que podría ser valioso utilizar el caso como ejemplo sobre los errores y las consecuencias que conlleva – en cualquier situación de la vida – el no planear una reunión y permitir que esta se salga de control.
Dejemos de lado la teoría de que el consejo de ministros pudo ser una puesta en escena planeada por el maquiavélico Benedetti – hoy ministro del interior -, con el consentimiento de su jefe, para poner en la picota pública a los ministros y culparlos por el bajo cumplimiento de los compromisos adquiridos por el presidente en sus visitas a las diferentes regiones del país, y analicemos lo que sucedió a la luz de algunas normas elementales para llevar a cabo reuniones efectivas:
– Tener claros los objetivos de la reunión (los propósitos) y los resultados esperados y compartirlos con todos los participantes:
Al parecer, solamente Petro y Benedetti los tenían claros y es evidente que sorprendieron a los demás ‘fuera de base’.
– Citar con suficiente antelación y establecer una agenda de temas a tratar:
Presuntamente, los ministros fueron citados a última hora y con una agenda diferente a la que se desarrolló en la reunión (pocos sabían que se iba a transmitir por televisión). El consejo de ministros había sido convocado para discutir los decretos de la declaratoria de conmoción interior para la región del Catatumbo y terminó siendo una ‘pasada al tablero´ de cada uno de los ministros. De acuerdo con algunas versiones, pocos días antes habían tenido una rendición de cuentas ante el presidente (en privado), por lo cual no había razón aparente para volver a dedicar otro consejo al mismo tema.
– Limitar, en lo posible, la duración de la reunión y establecer tiempos para cada uno de los puntos a tratar:
En el caso que nos ocupa, la reunión se extendió hasta pasada la medianoche, y no parecía haber claridad sobre la agenda ni un hilo conductor de las deliberaciones.
– Debe existir un moderador que dirija las discusiones, otorgue el uso de la palabra, controle la duración de las intervenciones y evite que los que hablan se desvíen del tema que se está tratando:
No parecía que hubiera un moderador, y fue evidente que el presidente no esperaba que una buena parte de la reunión se dedicara a poner de presente la incomodidad de varios de los asistentes con la presencia de Benedetti en la sala. Este guardó un sospechoso silencio cómplice durante la reunión.
– Al final deben quedar claras las conclusiones, las tareas, los responsables de ejecutarlas y las fechas para el cumplimiento de estas:
Como la transmisión del consejo por los canales de televisión privados fue suspendida no sabemos nada al respecto del final de la reunión. Dudo mucho que haya quedado algo más allá de un mal sabor de lo que ocurrió. Dicen que el presidente se retiró sin despedirse.
Las reuniones entre personas con intereses comunes son muy valiosas para planear y ejecutar cualquier actividad. Infortunadamente, es muy frecuente que transcurran sin un orden determinado, sin claridad sobre los resultados que se buscan ni sobre los responsables de alcanzarlos, dejando una sensación de confusión y frustración entre los asistentes. El consejo de ministros del 4 de febrero es un claro ejemplo de cómo una reunión deficientemente planeada y pésimamente dirigida puede convertirse en algo totalmente contraproducente. Creo que tanto el presidente como los demás asistentes perdieron credibilidad ante el país producto de esta ‘explosión descontrolada’.
Por lo que hemos visto hasta ahora de su estilo de gobierno no me sorprende que el presidente no haya reconocido el fracaso del nefasto consejo de ministros ni se haya disculpado por semejante salida en falso. Al igual que en otras situaciones en las que se ha equivocado – como en sus desafortunados mensajes en X -, sigue campante, como si no hubiera pasado nada. ¡Qué vergüenza!