Compartir Artículo

Por: La Directora

La floricultura es un sector que continúa destacándose en Colombia. No solo por las significativas cifras que constantemente salen a relucir (generador de más de 200.000 empleos, exportaciones a más de 100 países, participación del 10% en exportaciones no minero energéticas y contratante del 80% de la carga aérea internacional que sale del país, entre otras) sino también por sus prácticas altamente innovadoras y sus avances en sostenibilidad.

Colombia es pionero en el cultivo de flores y un ejemplo de excelencia técnica; sin embargo, hay un área prácticamente inexplorada que podría generar aún más ingresos a la floricultura y, con ello, traer más progreso al país: el turismo agroindustrial.

En España, país líder en la producción de aceite de oliva y desde donde hoy escribo esta columna, los cultivos de olivo y las almazaras son atractivos turísticos imperdibles en una comunidad autónoma como Andalucía. Se organizan tours donde un experto explica a los visitantes el proceso productivo y cuenta sobre las bondades del aceite. En estas visitas puede uno ver el cultivo, la maquinaria para la cosecha, los lugares de depósito de las olivas recién cosechadas, el sistema de pesaje, el molino, los inmensos cilindros donde se almacena el aceite y la planta embotelladora. El recorrido termina con una cata de aceite y el paso por una tienda donde el visitante gasta buenos euros comprando botellas premium del aceite que acabó de degustar. Este tipo de recorridos turísticos también se hace en Grecia, otro importante productor de aceite de oliva a nivel global. Ahora bien, no se espera de los visitantes tan solo que compren productos al final del recorrido, sino que el tour en sí mismo tiene un costo que debe ser abonado con anticipación.

En otros países como Argentina he tenido la oportunidad de hacer recorridos similares a este en cultivos de vid. En estos recorridos se explica el proceso de producción del vino y al final de ellos se participa, también, en una cata, y se compran abundantes botellas como souvenir. En Grecia se organizan este tipo de excursiones también alrededor del ouzo, bebida alcohólica tradicional a base de anís. Todo esto es posible gracias a la excelente e irreprochable organización de cada uno de aquellos procesos productivos. Mejor dicho: es para mostrar.

¿Por qué Colombia no puede hacer algo similar en las fincas floricultoras? Lo más cercano que se hace en nuestro país es organizar recorridos para compradores internacionales durante eventos especiales como el Dianthus Week o Proflora. La floricultura colombiana tiene todo para convertirse en un destino de turismo agroindustrial de primera categoría, de derivar cuantiosos ingresos de ello y generar más empleos.  Además, a diferencia de otros tipos de turismo, la inversión necesaria para materializar este proyecto sería prácticamente nula: disponer de una persona, preferiblemente bilingüe, que acompañe a los grupos. Un poco de marketing digital es lo único que haría falta para desarrollar este interesante mercado. El sector cafetero, por ejemplo, ya impulsa estas iniciativas con recorridos guiados en fincas del Quindío.

En estas visitas se podría mostrar a los visitantes el proceso desde la siembra de esquejes, las labores culturales, el riego y la postcosecha. Mientras se visitan los maravillosos invernaderos, se podría hablar de la función social de la floricultura en Colombia, de las festividades más importantes a nivel global y de los muchos destinos para la exportación de nuestras flores, entre muchos otros temas. Estoy segura de que la experiencia sería mucho más especial y entrañable que otras como el recorrido del vino o del aceite por la sencilla razón de que, al tratarse de flores, sería mucho más bello. Hay mucho por mostrar.