Campo cultivado con una persona manejando un tractor y arando tierra.

Por: Angélica María Pardo López
angelicamaria30@gmail.com

Durante los últimos meses se ha debatido acaloradamente, particularmente en el senado estadounidense, sobre la supuesta amenaza de que China se apodere de grandes extensiones de tierra en los EE.UU. y otros países. Se teme que el gigante asiático ejerza un control desproporcionado sobre la economía y, sobre todo, sobre la seguridad alimentaria de esta parte del mundo. También se teme que la compra de tierra sea un pretexto para la ejecución de actividades de espionaje, como se pensó cuando se prohibió a una compañía china comprar un terreno en Dakota del Norte por colindar ese terreno con una base aérea militar. De acuerdo con los chinos, el plan era establecer allí un molino de maíz.

Lo cierto es que no solo China, a través de sus corporaciones, compra tierra fuera de su país. La presión sobre los recursos naturales debido a una población mundial aún en crecimiento y la degradación del ambiente natural ha reposicionado la tierra como un recurso de gran valor. Así lo han entendido grandes inversionistas del Wall Street, magnates del Golfo Pérsico y, por supuesto, los chinos, que han comprado grandes extensiones de tierra en todas partes del mundo los últimos 20 años.

Desde el punto de vista del libre mercado, es natural que se movilicen recursos para las inversiones que parecen atractivas en determinado momento y, puesto que China es un país cuya economía y población ha crecido tanto durante los últimos 50 años, nada de raro tiene que muchas de aquellas inversiones provengan de allí. Sin embargo, los estadounidenses argumentan que, a pesar de que los compradores chinos son entidades o personas privadas, el peligro está en que, en la práctica, el partido comunista chino ejerce control absoluto sobre sus ciudadanos. De modo que, para ellos, es el gobierno chino, a través de sus corporaciones, quien compra los terrenos y despliega su influencia. Por eso ya hay decenas de Estados – como Florida, Virginia, Arkansas y Dakota del Norte – que han propuesto piezas legislativas que prohíban a ciudadanos provenientes de “países adversarios” comprar terrenos cultivables en sus jurisdicciones.

Esta gráfica, publicada por el periódico japonés Nikkei, muestra una comparación entre la cantidad de tierra que compraron compañías chinas, británicas, estadounidenses y japonesas en el exterior entre 2011 y 2020. Muestra, además, la destinación de esas tierras (agricultura, silvicultura y minería). 

Nuestro país es inmensamente rico en recursos naturales, tanto en tierra cultivable, como en bosques y recursos minerales, tan preciados hoy para los desarrollos tecnológicos. Si no se ponen en práctica políticas públicas serias de cuidado, preservación y aprovechamiento, otros con un entendimiento más claro sobre el valor de estos recursos vendrán a usufructuarlos.

Adenda
Bill Gates es el mayor terrateniente de los Estados Unidos. Aunque sus negocios están en la tecnología y “la nube”, parece que entiende muy bien dónde está la verdadera riqueza.